domingo, 30 de agosto de 2009

17 - Me gusta la carretera por moderna y por bonita, pero más me gusta a mí tu vereda y tu curvita

17

Me gusta la carretera por moderna y por bonita

pero más me gusta a mí tu vereda y tu curvita


Sonia se despertó y con una familiaridad muy poco común en ella se paró de la cama y salió a la sala. Eran las cuatro de la mañana. Abrió una de las grandes ventanas que daban a la calle y acercó una de las mecedoras. Una noche casi sin luna llenó la habitación dotando a todos los muebles de una apariencia fantasmagórica. El ligero calor nocturno entraba por sus pulmones mientras respiraba profundamente tratando de poner en perspectiva las últimas horas. Maruja se había ido a acostar bastante tarde, la emoción de ver uno de sus mayores sueños tan cerca hizo que la jarocha-madrileña hablara sin parar por casi dos horas. Cuando por fin se despidió dijo con una sonrisa de complicidad:

–Supongo que mi recién adquirido nieto y su hermano (que por cierto es muy mayor para ser nieto mío) se quedarán aquí esta noche. Usen también la habitación del fondo, por mí no se preocupen que tengo el sueño muy pesado y en las noches soy un poco sorda.

Casi enseguida, Lina se había dirigido a la habitación que compartía con Sonia y, discretamente, había pasado su maleta a la recámara del fondo y había cerrado la puerta ruidosamente sin dar las buenas noches. Remigio tomó a Esteban de la mano y lo llevó a su habitación. Sonia y Emiliano se vieron en silencio unos minutos. Había sido él el primero en moverse para apagar todas las luces y Sonia lo había alcanzado al final del pasillo que conducía a su habitación.

Los recuerdos de Sonia fueron interrumpidos por dos hechos casi simultáneos, un ligero movimiento en el portal de la casa de enfrente que la puso súbitamente en alerta y una mano en el hombro que la relajó casi de manera casi instantánea. Sin decir palabra Sonia se paró, dejó que Emiliano ocupara la mecedora y se sentó silenciosamente en sus piernas.

–Podría jurar que vi a alguien moverse en la casa de enfrente – dijo Sonia.

–Y tendrías razón, el Doblegé se instaló ahí desde poco después de que apagamos la tele.

– ¿Y por qué no dijiste nada?

–Porque me tranquiliza saber dónde está, con Esteban y yo aquí no se atrevería a hacer nada. ¿Estás lista para volver a la cama? mañana nos espera un muy largo día.

* * *

Muy temprano se levantaron, se despidieron temporalmente de Maruja y se dirigieron a Callecita a desayunar. Encerrados en el café que tenía un enorme letrero de “Cerrado hasta nuevo aviso” planearon el siguiente paso.

–Esteban ¿ya te acordaste qué hiciste con los thundercats? – Preguntó Emiliano.

–Tenemos algunas teorías– contestó Remigio sonriendo.

–Pues el primer paso obligado es encontrarlos– dijo Emiliano –Así que acabando de desayunar se van a casa de mamá a buscarlo y a dejar el coche de Sonia. Los secuaces de María Pantera ya lo tienen muy identificado. Sonia y yo los alcanzamos más tarde con una camioneta en la que quepamos todos.

– ¿Y más o menos de dónde la vas a sacar? – Preguntó Esteban.

–Hay que activar la Liga de Resistencia Son-nora

– ¿Y se puede saber qué demonios es eso y en qué momento tuvieron tiempo de ponerse a recordar y hacer planes? – intervino Lina con una sonrisa sarcástica.

–Al rato les explicamos– contestó Sonia viendo la cara de curiosidad de Remigio– tengo la sensación de que nos esperan laaaargas horas para ponernos al corriente de todo.

– ¿Y te parece prudente involucrar a los de la LRS? Esto se está poniendo muy peligroso– dijo Esteban dirigiéndose a su hermano.

–Sabes que esta cruzada también es suya, además, no es necesario contarles los detalles, con decirles que necesitamos su ayuda, basta.

Después del desayuno y de empacar una auténtica cafetería portátil se despidieron de Tlacotalpan.

Al llegar a casa de Indira, la encontraron sentada en la sala con Dionisio discutiendo sobre los rockeros más incomprendidos de los setentas. Tres ceniceros llenos, botellas vacías de cerveza y restos de malteada de chocolate indicaban que llevaban horas hablando.

–Este jovencito es una verdadera joya, no hemos parado de hablar y reírnos en toda la noche. Hacía muchos años que no disfrutaba tanto la presencia de gente en esta casa.

– ¿En dónde dejaron a los otros tortolitos?– preguntó Dionisio al ver que no estaban Sonia y Emiliano.

–Vienen más tarde, están resolviendo un asunto en Tlacotalpan– contestó Esteban –Madre, ¿en dónde tienes tus herramientas de jardinería?

–En el cuarto de atrás, como siempre. Violeta está en la cocina preparando café ¿gustan?

–Ya desayunamos, ¿me acompañas flaco? Y sin decir más Esteban y Remigio se dirigieron al jardín.

–No tomo café, pero ¿será posible hacer más malteada? No me dejaron ni un poquito – dijo Lina.

–Claro, ve a la cocina y pídesela a Violeta.

Esteban y Remigio volvieron tres cuartos de hora más tarde mugrosos, sudados y deteniendo una pala y una vieja lata oxidada de leche Nido. Una sonrisa de triunfo llenaba la cara de los dos.

–Misión cumplida, ahora nos tenemos que volver a bañar.

–Y seguramente ahora a Remigio no le molestará bañarse contigo. Sólo sirve el baño de mi recámara, consecuencia lógica de tantos años de encierro.

La carcajada generalizada casi hizo que Lina y Dionisio se ahogaran con el tercer vaso de malteada de chocolate de la mañana.

Una hora después llegaron Sonia y Emiliano en una Wagoneer roja. Sonia estaba feliz, su papá había tenido una idéntica cuando ella aprendió a manejar. Entraron a la casa de la mano, Emiliano sirvió café para los dos y se sentaron casi al mismo tiempo que Esteban y Remigio volvieron muy bañados.

– ¿Qué pasó? ¿ya los encontraron? tenemos que irnos pronto. – Dijo Sonia con una repentina pero característica impaciencia.

–Sí, seguro están adentro de esa lata, pero no la hemos abierto, los estábamos esperando. – Contestó Esteban mientras se peleaba con la tapa y el óxido con una cuchara.

De la lata salieron un casete de la banda sonora de El Guardaespaldas, una navaja suiza envuelta en un recorte de la cara de Richard Dean Anderson, un trompo azul, tres luchadores de plástico, una copia de Cambiando el destino en VHS y una bolsa de Gigante con los thundercats de Remigio y un sobre de papel manila como para billetes que tenía adentro los papeles que Elisa le envió a Indira en 1992. Ante la mirada asombrada de todos, Esteban consideró defenderse, pero resignado se unió a la risa de todos los demás.

* * *

El plan estaba bastante definido desde la madrugada y Sonia y Emiliano expusieron sus ideas y acordaron los últimos detalles con todos los demás. Violeta se quedaría a hacerle compañía a su madre, a cerciorarse de que Maruja asistiera religiosamente a todos los llamados de Rumbo al OTI y de que de ningún modo perdiera contacto con su nuevo nieto Brian de Palma ni hablara de más.

– ¿Alguna otra cosa que necesiten, no sé, resolver el conflicto árabe israelí o decir de memoria los primeros 300,000 dígitos de Pi?

–Tienes razón, es mucho, pero sabes que no estás sola, tienes a toda la LRS para apoyarte – dijo Emiliano.

–Y además Rogelio regresa mañana ¿no? ¿prefieres irte a recorrer carreteras con nosotros que estar con tu maridito nuevo de paquete? ¿tanto desmadre para la boda para que ahora no quieras verlo?

–No seas dramático, Este, ni pongas palabras en mi boca. Por supuesto que no estaba entre mis planes cocinarme en esa vieja lata– dijo Violeta señalando al camioneta que se veía por la ventana abierta – sólo estaba haciendo notar que sí que voy a estar ocupada.

– ¿Y todos los demás se van? ¿no puede quedarse Dionisio un poco más? Todavía tenemos mucho que platicar.

–Mamá, me sorprende tu egoísmo– dijo Esteban sonriendo.

–Y mucho me temo que Dionisio es parte fundamental de los planes que éstos dos hicieron para todos nosotros. Si se les nota en la cara… – agregó Lina con su ironía habitual.

Dionisio titubeó unos momentos, realmente le hubiera encantado poderse quedar un par de días más, Indira Parra había resultado excelente compañía y una magnífica conversadora pero sabía bien que sus amigos lo necesitaban. Y sumándole a esa certeza la natural tendencia a mantenerse cerca de su prima y de su sorprendente nueva felicidad, la decisión final fue sencilla: debía sumarse de manera completamente formal a la carrera contra María Pantera y compañía.

Salieron de casa de Indira cerca de las doce con suficiente comida y bebida para el resto del día. Subieron el equipaje al techo y empezaron a distribuirse el espacio interior de la camioneta. Remigio y Esteban se apoderaron del asiento de atrás, se sentaron con los pies sobre la hielera y se autonombraron sobrecargos por el resto del día. Dionisio y Lina se sentaron en el asiento de en medio mientras Sonia se sentó en el lugar del copiloto, puso las llaves en el interruptor y le abrió desde adentro la puerta a Emiliano.

–Espero que no tengan nada que pueda salir volando, a esta cosa ya no le sirve el aire acondicionado así que hay que viajar con todas las ventanas abiertas– gritó Emiliano mientras se incorporaba a la carretera con dirección a Tlacotalpan.

Dieron varias vueltas por las calles de la ciudad para evitar pasar por el centro y siguieron hacia Cosamaloapan. Remigio se recostó en las piernas de Esteban y se durmieron casi en seguida. Lina se les unió en un rato y Dionisio se puso a leer un libro viejo y amarillento que le había regalado Indira. Sonia se acercó a Emiliano y empezó a deslizar los dedos por su nuca.

–No creas que me estoy quejando – dijo suavemente Emiliano con la media sonrisa que tanto le gustaba a Sonia– pero ¿por qué no te duermes un rato? anoche dormiste poquísimo.

–Tú no dormiste mucho más que yo y estás manejando ¿no estás cansado?

–En lo absoluto, de hecho llevo todo el día en un extraño rush que me encanta.

–Pues si te da sueño, avísame. Puedo manejar un rato o buscar alguna manera de espantarte el sueño.

Un carraspeo proveniente del asiento trasero los hizo caer en la cuenta de que, a pesar del silencio, no eran los únicos despiertos. Sonia se volteó a ver a Dionisio inquisitivamente:

–Entre tanto desmadre prácticamente no hemos tenido tiempo de platicar. Realmente me interesa saber qué piensas de todo esto.

–Pues es muy claro que tenemos que poner los papeles fuera del alcance de esa gentuza. Si su idea es o no la mejor para hacerlo, ya se verá. Ando pensando que tenemos que planear un poco más. Hemos dejado demasiado a la suerte. Es cierto que hasta el momento ha estado de nuestro lado pero eso puede cambiar en cualquier momento. Además, no hay que olvidar que detrás de María Pantera puede haber más intereses de los que no estamos al tanto.

– ¿Y qué crees entonces que debemos hacer? – Preguntó Emiliano.

–Por ahora, acabar con la tarea que nos impusimos en las últimas horas. Después, tendremos que analizar muy bien cuál será nuestro siguiente paso, no podemos volvernos predecibles ni bajar la guardia.

* * *

Poco después de las tres de tarda entraron a Tuxtepec y Emiliano se dirigió directamente a Bodega Aurrerá. En cuanto la Wagoneer se paró, todos se despertaron y empezaron a desperezarse en el terrible calor.

–No tiene ningún caso recorrer el súper como si fuéramos en procesión ¿les late que nos veamos aquí en media hora? – Preguntó repentinamente Lina

–Es justo lo que les iba a proponer – intervino Remigio mientras se dirigía velozmente a la salida seguido de Esteban.

Lina interpretó su actitud como asentimiento y empezó a caminar hacia la puerta principal protegiéndose del sol con la mano. Dionisio interrumpió el silencio que le empezaba a resultar incómodo preguntando:

– ¿Qué bicho les habrá picado a éstos?

Con una sonrisa como única respuesta, Emiliano cerró la camioneta, tomó la mano de Sonia y caminaron los tres con calma hacia la tienda.

Treinta minutos más tarde se reencontraron en la puerta. Remigio se debatía entre el asombro y una enorme sonrisa.

–Escúpelo, que enseguida se ve que si te lo sigues guardando vas a reventar ¿qué pasó? Pregunto Lina mientras todos ocupaban los mismos lugares en la Wagoneer.

–Es Elisa, mi abuela – contestó con la explicación que siempre daba y que resultaba innecesaria para sus amigos. –Nunca ha dejado de sorprenderme pero ahora sí se voló la barda. Hace rato me mandó un críptico mensaje al celular pero ya entendí todo. Me, más bien, nos depositó cien mil pesos en mi cuenta. Cuando vi mi saldo le marqué. Dice que puede pasarnos más dinero del fondo Anti-Pantera, –sí, qué tal, al parecer tiene un fondo secreto Anti-Pantera desde hace años en el que ha guardado casi todas las utilidades de la disquera– que mientras no empecemos a gastar en extravagancias puede financiarnos.

Los otros cinco ocupantes del coche lo miraban incrédulos, incluso Esteban que al parecer no se había enterado de casi nada del contenido de la llamada y estaba tan asombrado como los demás.

–También me aviso que ni Lina ni Sonia deben preocuparse por el trabajo, ya avisó, con el correspondiente certificado médico, que padecen una extraña enfermedad altamente contagiosa y que tienen que estar en reposo y aislamiento absoluto al menos dos semanas, las dos semanas que faltan para las vacaciones. ¡Hasta vio que entregaran las incapacidades selladas por el seguro social! Y además ya informó que Suede-kid está encerrado en el estudio y que no habrá conciertos ni dj-sets hasta nuevo aviso.

– ¿Y por qué no se comunicó con mi director de tesis? Tengo que enviar un avance el próximo lunes.

–Dice que porque no piensa interferir con los estudios universitarios de nadie, y estoy de acuerdo. De mi cuenta corre que el lunes tienes avances que enviar.

– ¿Les confieso algo? – Preguntó Sonia desde el asiento delantero –Ni me había acordado de mis clases–

– ¿Y por qué será? – dijo entre risas Remigio.

Pero las ideas de Lina parecían ir por un camino muy distinto. Por debajo de la agitación provocada por las noticias había algo que la inquietaba:

–La intervención de Elisa aclara los únicos puntos problemáticos del plan de Emiliano y So. Podemos continuar con este absurdo periplo y volver al trabajo después de Semana Santa.

–El punto es que no sé si podremos, ve todo lo que ha cambiado en menos de una semana ¿qué pasará en casi cuatro que faltan? – Contestó Sonia

–Yo tengo que regresar, al menos un par de días. Tengo unos asuntos pendientes en el fondo reservado.

– ¿Se volvió a perder algo? ¿Ahora del fondo reservado?

–No, sí, no

– ¿Y desde cuándo se pueden dar tres respuestas a dos preguntas? Ya ni mis alumnitos.

–Yo me entiendo, lo importante es que necesito pasar por la biblioteca después de las vacaciones

Pasaron cerca de dos horas más en Tuxtepec. Lina afirmó necesitar urgentemente ir al mercado, Remigio, Esteban y Dionisio fueron a un café internet. Los primeros, para imprimir el recado que iría entre las muchas hojas que había que meter en cada sobre y el último para actualizar su popular blog furioso tepanyaki. Sonia acompañó a Emiliano a hacer algunas visitas a contactos de la red. Cuando, al llegar a la tercera casa le dijeron a Emiliano que Don Elías estaba en Salsipuedes, Sonia insistió en que tenían que ir a verlo.

Sonia y Emiliano estaban en plena discusión sobre la pertinencia de ir a Salsipuedes frente a la camioneta cuando llegó Lina, quien tras oír lo que pasaba trató de ayudarle a Emiliano a entender la emoción extrema de Sonia y la pasión con la que argumentaba la importancia de ir a buscar a Don Elías.

– ¿En dónde dicen que está? – preguntó

–En San Francisco Salsipuedes– respondió Emiliano

En medio de una carcajada Lina dijo:

–Por supuesto que So quiere ir, conocer Salsipuedes provoca una emoción terrible en la mujer que ha decidido que el Jardín del niño héroe poblano “olvidado” cadete Vicente Suárez está en el mejor camino entre dos puntos cualesquiera de la ciudad de Puebla.

–Creo que sigo sin entender, ¿qué tiene que ver un jardín air quoted con esto?

– ¿Por qué estamos hablando del sublime Jardín del niño héroe poblano “olvidado” cadete Vicente Suárez? – Preguntó Remigio uniéndose repentinamente a la conversación mientras llegaba junto con Dionisio y Esteban.

–Porque Lina está tratando de explicarle a Emiliano por qué NECESITO ir a San Francisco Salsipuedes y estoy realmente intrigada por ver si logra dar alguna explicación racional de uno de los más irracionales rasgos de mi personalidad.

Los dos hermanos se recargaron en la camioneta con un gesto divertido, como disponiéndose a presenciar algún tipo de entretenimiento. Esteban dijo:

–Hagamos esto más divertido, a ver quién de los tres (evidentemente tú no juegas, cuñadita) lo explica mejor en una sola oración.

–Me encanta la idea– afirmó Sonia recargándose en el costado de la Wagoneer justo entre los Parra con una enorme sonrisa causada por elcuñadita.

–Es un reto interesante– contestó Remigio sonriendo hacia Esteban –Dennos un par de minutos para pensar.

Dionisio, casi de inmediato dijo:

–Porque no puede ir a Canciones Tristes

Un minuto después Remigio dijo matter-of-factly

–Porque So sólo elige dos tipos de rutas: las bonitas o las que tienen algo verdaderamente kitsch, innecesario y estúpido.

–Y porque necesita corroborar que no es parte de un cuento de Felisberto Hernández. – Concluyó Lina

– ¿Qué, soy así de literaria? – preguntó entre tímida y orgullosa Sonia

–Y así de fascinante– le susurró Emiliano al oído y ocasionando que Sonia se estremeciera y se sonrojara al mismo tiempo –Y ustedes qué ven, dennos un poco de privacidad, ¿no? – Y riendo, concluyó dirigiéndose a Esteban y dándole las llaves– ¿Manejas?

– ¿A dónde?

–A San Francisco Salsipuedes, ¿a dónde más?

* * *

Les costó unos minuto lograr salir de Tuxtepec y llegaron a San Francisco Salsipuedes mientras se ponía el sol. En cuanto entraron al centro entendieron la razón por la que Don Elías y su grupo estaban ahí: había fiesta.

Buscaron un lugar donde estacionarse y Esteban y Remigio se pusieron a armar los sobres para poder entregar el primero. Sacaron de entre los dos asientos traseros un paquete lleno de hojas viejas y amarillentas. Emiliano se acercó a ver qué eran y exclamó sorprendido:

– ¡Son mis apuntes de cálculo de la prepa! ¿Cómo llegaron aquí? Hubiera jurado que los había tirado a la basura.

–Sí, pero yo los rescaté. Gracias a estos papeles me volví repentinamente buenísimo en matemáticas. Es increíble, Salomón seguía poniendo los mismos ejercicios y dejando las mismas tareas trece años después. Es más, si sigue dando clase, segurito que sus pobres alumnos siguen haciendo los mismos exámenes que hicimos nosotros.

– ¿Y cómo se te ocurrió traer precisamente estas hojas viejas?

–Pensé qué sería lo que menos me gustaría encontrar en el lugar de algún documento que busco con desesperación y una hoja llena de derivadas está sin duda entre las tres primeras

–Muy bien, entonces queremos hacer creer a María Pantera y compañía que alguno de estos sobres con integrales y derivadas son los documentos que necesita. ¿Y por fin qué dicen las hojas que imprimieron? –Preguntó Sonia.

Remigio le enseñó una hoja que decía en letras muy grandes:

¡Lástima Margarito!

Niñas… ¡llévenlo al baile!

–No manchen, ya se me había olvidado eso – dijo Lina sonriendo.

–Y como la Caravana se transmitía en Imevisión, segurito que a Lapantera le da más coraje – remató radiante Dionisio.

Una vez que terminaron de preparar los sobres los metieron todos en la enorme bolsa de Sonia y se dirigieron al centro a localizar a Don Elías. Media hora más tarde lo encontraron afinando junto con sus nietos al pie de un pequeño escenario.

Cuando reconoció a los Parra, los saludó cariñosamente. Diez minutos más tarde estaban todos sentados en casa de una nieta de Don Elías tomando cerveza en vasos de unicel. Muy pronto se decidió que todos pasarían la noche ahí.

Cuando volvieron a salir a la calle y se encontraron con la fiesta en cada rincón de Salsipuedes vieron que no tenía caso pelear contra la masa. Decidieron fluir y muy pronto fueron arrastrados hasta un enorme escenario en la plaza principal que anunciaba:

¡Gran concurso de imitadores de Niurka!

Conducido por el auténtico y original doble de Juan Gabriel

Remigio no cabía de la felicidad, hacía mucho tiempo que consideraba el niurkismo su religión y la posibilidad de convivir con otros fervientes correligionarios le pareció ineludible. Entre divertidos y resignados los seis amigos buscaron un lugar desde el que podían observar el escenario.

Poco antes de las once, el auténtico y original doble de Juan Gabriel que era en realidad un hombre chaparro y bigotón con una capa azul que parecía más de Walter Mercado presentó a las quince participantes de la noche: mujeres y vestidas de todas las edades, más bien pasadas de peso y con enormes pelucas rubias. Mientras la primera Niurka bailaba como posesa al ritmo de La Emperadora el conductor dejó el escenario. Tres minutos y un doloroso espectáculo después, regresó la misma capa azul pero en una persona diferente. Se acercó al micrófono y se preparó a presentar a la siguiente concursante.

–¿Que ése no es del Doblegé? – preguntó repentinamente Lina.

Asombrados, todos constataron que lo era. La horrorosa capa era la misma, pero el traje blanco con brocado y lentejuela era de mucho mayor calidad que el de el auténtico y original doble de Juan Gabriel y el cuidado en los ademanes y gestos denotaban un trabajo menos improvisado.

–¿Y ahora qué? ¿en dónde nos escondemos? – preguntó nervioso Dionisio

–En ningún lado– contestó tranquilo Emiliano –Ahora nos aseguramos de que nos vea y que oiga que mañana seguimos rumbo al Istmo, así ganamos al menos unas horas.

* * *

Después de dormir unas cuantas horas en el sillón de la sala a Sonia la despertó el maravilloso aroma a café recién preparado. Se encontró a Esteban usando todo el equipo que habían sacado de callecita y a Emiliano estudiando una Guía Roji de Carreteras de México. Salieron antes de que amaneciera y se dirigieron a Tres Valles donde Sonia había decidido caerle de sorpresa a Doña Glora Carrillo, mamá de un buen amigo suyo.

Doña Gloria los recibió encantada y les preparó una montaña de picadas y jugo de piña para que desayunaran. A pesar de que no estaba incluida en el plan inicial debido a su insistencia en ayudarles le dejaron un sobre. Alrededor de las diez salieron otra vez a carreta. Los Parra y Sonia tomaron turnos al volante para hacer un periplo inverosímil: El Coyol, Otatitlán, Tesechoacán, José Azueta, Playa Vicente. En cada parada visitaban a soneros, lauderos, decimistas, les dejaban un sobre y seguían con su camino.

Muy pronto Remigio se dio cuenta de que el estéreo de la camioneta tenía atorado un mixed-tape de los grandes éxitos de 1998. En momentos de extremo aburrimiento encendía el cassette pero todos los demás le reclamaban y lo apagaba dos o tres minutos después.

Tras una llanta ponchada y el día entero en carreteras que no conservaban más que un lejano recuerdo del pavimento pasaron la noche en El Hotel de Isla en Isla Veracruz. A la mañana siguiente desayunaron un litro de jugo de piña cada quien, Dionisio compró el periódico local: El Piñero de la Cuenca y se lanzaron nuevamente a la carretera. Unos minutos más tarde la camioneta se empezó a calentar y fue necesario ir mucho más despacio: San Nicolás, Pitahaya, Paso del Amate.

Al recorrer la distancia que separa a éste último de El Hato la Wagoneer empezó a hacer unos ruidos horribles y cuando entraron a la comunidad perecía que venían en el batimóvil pues la camioneta producía y diseminaba a su alrededor una densa nube de vapor. El ruido que hicieron atrajo a los habitantes de las casas más cercanas. Todos parecían conocer a los Parra y estar muy contentos de verlos. Muy pronto todos los miembros del grupo familiar de soneros de la comunidad estaban sentados frente a la casa del abuelo oyendo la historia que les contaron Remigio, Sonia y Lina. Por primera vez se estaban dando el tiempo de poner los acontecimientos en orden. Esperaban un recibimiento más escéptico a la historia pero sus oyentes habían tenido el suficiente contacto con el mundo de la farándula mexicana para no sorprenderse ni con asesinatos e intrigas de ese calibre.

Cenaron y muy pronto salieron las jaranas, la conversación se convirtió en un pequeño fandango en el que se tocaba, cantaba, bailaba y bebía con una absoluta naturalidad. Con la clara sensación de estar entre amigos se durmieron después de que amaneció.

Cuando se levantaron tuvieron que asumir la realidad de que la camioneta no cooperaría en un buen rato. Rafael, un buen amigo de Emiliano se comprometió a ver que la repararan y avisarles en cuanto estuviera lista y les dio aventón hasta Tres Zapotes donde estaban los siguientes miembros de la red para entregarles sobres. Después se fueron caminando hasta Tlapacoyan desde donde los llevaron en una carreta jalada por una mula a Santiago Tuxtla. Ahí estuvieron cerca de tres horas visitando a los miembros de la comunidad de lauderos. En la noche tomaron una camioneta de ruta que los dejó en San Andrés Tuxtla en donde entregaron los últimos cinco sobres. En total habían repartido más de cuarenta.

A sugerencia de Lina y para fascinación de Dionisio decidieron pasar la noche en Catemaco. El último miembro de la red al que habían visitado ofreció llevarlos en su camión de cinco toneladas. Llegaron absolutamente molidos, a los detectives silvestres y a sus nuevos agregados les costaba un enorme trabajo creer que aquella absurda aventura hubiera empezado hacía menos de una semana.