jueves, 14 de enero de 2010

18- Una de las causas

18

Una de las causas

Una de las causas de la enfermiza risa de Itatí Cantoral, era el incendio que se reflejaba en sus gafas oscuras Channel faux. Otra de las causas eran las figuras que ella veía y escuchaba retorcerse al interior de la cabaña.

Una de las causas del incendio, se encontraba en la mano derecha de la que, en ese momento, era Soraya Montenegro. La otra se encontraba en la izquierda.

Una de las causas del logrado escape de los Detectives Silvestres del fuego, fue el sentido de oportunidad que a esta altura de la historia veremos les caracteriza. Otra fue la vanidad de Soraya Montengro quien, al estar absorta en lo que ella creía el final de la cacería de María Pantera, no vio el momento en el que los Detectives salieron por la parte de la laguna que conectaba con el mar.

Una de las causas por la que los Detectives Silvestres no hablaron en todo el camino a Coatzacoalcos, rumbo a su encuentro con Juana Jiménez, fue la persona que habían perdido en el incendio. La otra era que, a pesar del escepticismo de Sonia, Remigio y Dionisio, se acababa de cumplir la primera profecía de Copal Master, el brujo de Catemaco.

Una de las causas del uso de la expresión “una de las causas” en la presente historia es Eugenia León. La otra, es Aristóteles.

Una de las causas de la ávida lectura de este capítulo, es que aquí, Viernes Entero Ensaladas se enreda aún más de lo que el lector estaba acostumbrado. La otra, es que ésta, es apenas la mitad de la historia.

***

Los Detectives Silvestres llegaron a Los amigos la tarde del sábado 28 de marzo, tras una resaca que todos asumían como bien merecida. La noche anterior habían aceptado beber sin reparo alguno el suero que Copal Master les había dado. Tan sólo un sorbo de Agualuna había bastado para que, la noche anterior, cada uno dijera todas las verdades que traía dentro. Ninguno recordaba cuándo habían decidido comenzar a mezclar el Agualuna con las bebidas que habían adquirido en Tuxtepec.

En algún sitio perdido de la memoria de Sonia, aparecía una de las imágenes de la noche anterior:

- ¡$2000 pesos en alcohol!

- Bueno, tenemos cien mil en una cuenta de banco, creo que podemos darnos un pequeño lujo, ¿No?- respondió Remigio.

A pesar de que Sonia recordaba haberle dicho a Remigio que no podían estar gastando de esa manera, que cien mil pesos se podían esfumar en menos de lo que pensaba y que no sabían qué gastos les esperaban, ella tenía claro que había disfrutado, como en mucho tiempo no lo había hecho, de la botella de whisky comprada específicamente para ella. Al igual que el resto de los Detectives Silvestres, la filósofa intentaba escarbar en su memoria todo lo que había hecho y dicho la noche anterior. Tenía imágenes, instantes, pero nada concreto. Y justo como sus amigos, Sonia se topaba con un gran vacío cada vez que intentaba llegar a lo ocurrido el viernes por la noche. Pero estaba segura de algo: simplemente no podía no haber pasado nada. Ella creía de manera profunda que la nada era un concepto peligroso y que, si no se empleaba con cuidado, podía llevarla a la falacia de la reificación.

- La vacuidad del ser es idéntica a la de la nada. El ser y la nada son idénticos.- dijo Sonia en voz alta.

- ¿Qué dijiste?- preguntó Dionisio.

- Nada.- contestó Sonia, mientras observaba cómo las casas de Catemaco se convertían poco a poco en palmeras.- La vacuidad del ser es idéntica a la de la nada. El ser y la nada son idénticos.- se repitió a sí misma la filósofa.

Dionisio, ubicado en el asiento del copiloto, simulaba atender la conversación de Don Elías, quien los conducía en la recién devuelta Wagoneer roja a su nuevo destino, especificado en una serie de instrucciones acordadas por Indira Parra y Elisa Vaquerizo.

Mientras Don Elías narraba cómo el Doblegé se había presentado la noche siguiente a la partida de los Detectives Silvestres en su casa en San Francisco Salsipuedes, Dionisio observaba el libro amarillo que Indira Parra le había regalado tras su reciente estadía en Tlacotalpan. Una frase entonces le hizo brincar a una imagen.

La frase en cuestión decía: “Hay cosas que no deberían cambiar, cosas que uno debería poder meter en una de esas vitrinas de cristal y dejarlas allí tranquilas. Sé que es imposible, pero es una pena.”, y la imagen a la que brincó Dionisio, era la de él en la sala, diciéndole a Lina algo de manera intempestiva, pero ¿qué le decía? ¿qué era aquello que contaba de forma tan apasionada. Frustrado al no poder hacer uso de una característica tan fundamental en su familia, como lo era la buena memoria, Dionisio encendió el mixtape de éxitos del ’98 atorado en el reproductor de cassettes de la camioneta.

Mientras el éxito de 1991 I’ve been thinking about you, del grupo Londonbeat comenzaba a sonar, Lina comenzaba a recordar algo ocurrido la noche anterior: Dionisio le contaba algo de forma apasionada y dos cosas la habían distraído. La primera había sido el sonido de un vehículo estacionándose frente a El mono blanco, la casa en la que se habían hospedado en Catemaco. La segunda, había sido una ventana que, de manera repentina, se había cerrado en la sala donde Lina y Dionisio sostenían su conversación.

- Don Elías…perdone que lo interrumpa, pero, ¿A qué hora llegó hoy a Catemaco?- preguntó Lina, rompiendo abruptamente su silencio.

- Llegué desde anoche a El mono blanco. Estuve tocando un buen rato pero nadie me abrió…pero nadie me abrió, estuve tocando un buen rato.- respondió Don Elías, quien sufría una condición psicológica conocida como el mal de los soneros. Tras más de medio siglo de versar para sus sones, Don Elías Hidalgo había adquirido el habla de sus propias canciones, repitiendo así el segundo verso, y regresando al primero. Hasta ahora, en el mundo se tenían registrados dos casos de esta especie, el de Don Elías Hidalgo y el de Don Camerino Utrera. Ninguno de los dos se hablaba, ya que su última discusión había durado un fandango de una semana.

- ¿Y recuerda más o menos la hora en la que llegó a la casa?

- Sería poco más de medianoche…más de medianoche sería poco.- contestó el sonero.

Emiliano, que iba sentado entre Sonia y Lina en el segundo asiento de la camioneta, estuvo a punto de preguntar algo, sin embargo se detuvo cuando llegaron al pequeño puerto de la laguna de Sontecomapan. Una visión verde se extendió frente a los Detectives Silvestres.

- ¡Bien! ¡Hemos llegado!...¡Llegado bien, hemos!- dijo Don Elías mientras se dirigía a abrir la parte trasera del automóvil, en orden de sacar el equipaje.

Lina, Sonia, Dionisio y Remigio se adelantaron a ver el espectáculo que les ayudó a olvidarse de lo último que quedaba de una dolorosa y profunda migraña. El agua verde de la laguna contrastaba con la neblina púrpura que flotaba en una especie de vals. Los árboles eran gigantescas arañas verdes con cangrejos trepando por las enormes raíces y tan sólo el agua chocando discretamente contra el puerto y el siseo de la selva le otorgaban sonido a la imagen. Un octavo interlocutor, no contemplado, rompió el silencio de los Detectives.

- ¡Pour aquí! ¡Mister Elías!

Todos voltearon a ver al hombre barbado que saludaba desde una lancha. Su cabello completamente blanco y su sonrisa benévola, le daban un aire prácticamente navideño.

- Oh, chicos…les presento a Lord Richard Bingham…mejor conocido en la zona como El Güero.

Todos saludaron con una sonrisa, menos Dionisio, que lo vio con extrañamiento. Mientras subían el equipaje a la lancha, Emiliano tomó la maleta que Sonia cargaba.

- Déjame ayudarte.

- No…está bien.- respondió Sonia.

- En serio, déjame ayudarte.

- No…en serio, está bien.

- So...- Emiliano le lanzó una mirada cálida a Sonia, mientras ésta cedía lentamente. Justo en ese instante, Emiliano se transportó a la noche anterior. Vio los ojos de Sonia haciendo la misma mirada. El ruido de una ventana cerrándose apareció difuso en esta memoria, pero Emiliano aún no conseguía asirlo a una imagen. El ruido del motor de la lancha encendiéndose distrajo a Emiliano, quien mientras llevaba la maleta, volteó a ver a Sonia- So…exactamente de qué hablamos anoche.

- Llevo toda la mañana tratando de recordar, pero la verdad es que sólo tengo…

- Instantes.- completó Esteban, quien no puedo evitar hacer evidente que escuchaba la conversación entre su hermano y su cuñada.

- Exacto.- contestó Sonia.

- Yo llevo el mismo tiempo tratando de recordar qué es lo que pasó anoche, pero lo único con lo que me topo es nada.

- Cuidado con la nada cuñadito, es un concepto bastante peligroso.

Remigio fue el último en subir a Sandra Eleanor, la lancha de Lord Richard Bingham El Güero. Al sentarse al lado de Esteban, se percató que ese día apenas y habían hablado.

Al adentrarse en la niebla, Esteban comenzó a ver el rostro de Remigio entre el vapor, parecía triste. Por unos segundos, la neblina se convirtió en sábanas y Esteban vio de repente el rostro de Remigio a unos centímetros del suyo.

- ¿Cómo que no puedes? ¿Tan seguro estás de eso?- dijo Esteban y besó a Remigio, éste lo detuvo riendo y volteando a ver que nadie hubiese notado el abrupto beso de su amante.

- Hey, hey…¿No me hablas en todo el día y de repente esto? Si yo pensé que estabas molesto.

- ¿Eh?...-dijo Esteban, como saliendo de un trance- Pues si no te gusta dime y ya, no hago nada…

- ¡No, no! No me refería a eso, simplemente me resultó extraño que…

Esteban volteó el rostro hacia los manglares. Remigio iba a decir algo que corrigiera el malentendido, sin embargo, en ese momento la niebla también se le transformó en sábanas. “No es que no quiera, es que no puedo”, se escuchó a sí mismo decir, dentro de su cabeza. Remigio recordó entonces que, en aquel momento, un sonido proveniente del piso debajo de ellos lo distrajo. Era una puerta cerrándose y unos pasos que se alejaban corriendo. Remigio recordó también que se había levantado de la cama y había visto algo adentrarse en la selva, pero ¿Qué había sido? Un pequeño brillo lo devolvió a la realidad. La lancha se detuvo frente a una enorme palapa que ostentaba el título Los Amigos.

Dentro de la enorme palapa, una mesa comunal estaba puesta, como si los hubiese estado esperando. Dos palapas más pequeñas flanqueaban a la grande. La de la izquierda, tenía un letrero con la misma caligrafía que decía: “Recepción” y la de la derecha uno que indicaba: “Rayuela”.

- Ahora bajamos su equipaje muchachos, vayamos antes a que les presente a Marcelo y Silvina Garré.

Llegaron a la palapa principal, de donde salieron un hombre y una mujer de unos cuarenta, casi cincuenta años. La mujer, a pesar de su edad, se veía muy bien conservaba y llevaba el cabello largo, rubio y liso, en un estilo que Sonia definió como absolutamente sudamericano. Tras saludar a Don Elías, vieron atentamente a los Detectives Silvestres.

- ¿Quién es el pibe Vaquerizo?- preguntó Silvina.

Remigio dio un paso adelante y la mujer se abalanzó sobre él en un abrazo.

- ¡Mirate! ¡Pero cómo has crecido! ¡Estás guapísimo! Y esos ojos, che, son los mismos que los de tu abuela.

Remigio la miró extrañado, hasta que un grito lo hizo brincar al pasado.

- ¡Julito! ¡Salí ya, niño! ¡Está aquí Remigio! ¿Lo recordás?

Del fondo de la palapa salió un chico rubio que parecía tener la misma edad que Remigio, Esteban y Dionisio. Vestido exclusivamente con sandalias y shorts, el chico se abalanzo sobre Remigio.

- ¡Remi! ¡Cuánto tiempo!.

Remigio rio nervioso y volteó a ver a Esteban, quien lanzó una mirada inquisidora sobre el músico.

- Tu abuela siempre nos cuenta de ti…nos ha mandado tu música y todo lo que haces. Hasta tengo tu disco.

- ¿En serio? No sabía que mi disquera llegara hasta acá- dijo Remigio, volteando a ver a sus extrañados amigos-…ah cierto…Marcelo, Silvina…Julit…Julio…éstos son…

- Esperá- dijo con una voz tranquila y profunda Marcelo.- nosotros ya sabemos bastante de ustedes, más bien nos gustaría saber bien quién es quién…

- ¿Quién es la filósofa?- preguntó Silvina.

Sonia entonces hizo un gesto con la mano y los dueños de Los amigos le dieron un cálido abrazo.

- Creo que este es el sitio perfecto para que comprendas muchas cosas.- dijo Marcelo, sosteniendo el hombro de Sonia, quien rio nerviosa, diciendo para sus adentros “Si supiera”.

- ¿Y la bibliotecaria de fondo antiguo?- preguntó Silvina,

Lina dio un paso al frente y el primero en abrazarla fue Julio.

- Estarás feliz con la biblioteca que tenemos aquí…- comenzó diciendo Julio.

- Verás, Lina- intervino Silvina- Julio es escritor y, además, coleccionista de libros…con los años se ha hecho de un catálogo bastante interesante.

- Ya lo verás guapa, te va a encantar- concluyó Julio.

- Ya me imagino Julio…señora…

- ¡Nada de señora! Si somos casi familia. Elisa nos ha hablado maravillas de ti…bueno, de todos ustedes, que por cierto…- Silvina entonces tomó el hombro de Lina y se acercó a su oído a murmurar- tengo ahí en el fondo unos documentitos con los que necesito me ayudes, nena…

Lina rió y nerviosa dijo que por supuesto ayudaría a Silvina. Cuando preguntaron por el estudiante de leyes, los Garré se acercaron a Dionisio. Marcelo le dijo que en la biblioteca encontraría todos los libros de leyes que fuera a necesitar y que el estudio era el lugar perfecto para acabar una tesis.

- Además, según tengo entendido mañana tenés que enviar algo al profe ¿No es así?

Dionisio se estremeció, pues con toda la aventura y la borrachera de la noche anterior, había olvidado por completo que tenía día y medio para enviar un adelanto de su tesis. El problema es que no se podía adelantar lo que no existía, la nada. Pues en todo este tiempo, Dionisio no había hecho absolutamente nada para su tesis.

- Así que estos deben ser los Parra…- dijo Marcelo.- encantado Emiliano.

Emiliano le dio a Marcelo un fuerte apretón de manos. Mientras Marcelo y Silvina saludaban al mediano de los Parra, Julio se acercó a Esteban.

- Así que vos tampoco te acordás de mí, ¿Eh?

- ¿Eh?- dijo Esteban extrañado, quien no alcanzó a decir nada cuando Julio le dio un abrazo tras decir: “Vení para acá, guapo”. Ahora el que reía nervioso era Esteban. Remigio no puedo evitar demostrar su desconcierto.

- Señor Garré…- interrumpió Remigio.

- Nada, nada de Garré pibe, Marcelo.

- Marcelo…Silvina…ejem…Julio…Exactamente ¿Qué es lo que les dijo mi abuela?

- Todo, nene, todo. Tu abuela nos ha contado lo que pretenden hacer con María y nosotros estamos dispuestos a ayudarlos en lo que sea necesario. Pero algo muy cierto que también dice Elisa, es que para enfrentarla, necesitan saber mucho más de lo que saben y éste es el lugar perfecto para ello.

- Y…exactamente ¿Qué es este lugar?

- Es un sitio para humanistas- continuó Silvina viendo a Lina y Sonia.

- Así como para artistas –dijo Julio, viendo con una sonrisa a los Parra y a Remigio.

- Tu abuela nos ha pedido, y digo así porque no la dejamos que pagara nada, que los hospedemos aquí el tiempo que sea necesario para qué sepan quien es María Pantera y se armen de los elementos necesarios para desenmascararla…- dijo Marcelo.

- Así como también…el lugar perfecto para crear una estrella…- dijo Silvina, acariciando el cabello rubio de Lina.

- En este lugar podrán investigar todo lo que necesiten, así como tener todo el tiempo que haga falta para enseñar a esta nena lo necesario para convertirse en estrella pop de baladas en español.- agregó Marcelo.

- Y de paso, componer la canción con la que participará en los conciertos de prueba.- agregó Julio.

- Digamos que ésta será su Academia o Liceo, según sea su perspectiva.- dijo Marcelo, en una especie de guiño a Sonia.

- ¡No se hable más! ¡Han de venir hambrientos! ¡Güero! ¡Bajá por favor el equipaje de los muchachos!

Mientras El Güero bajaba el equipaje de los Detectives, una mujer pequeña con el cabello esponjado en un enorme permanente rubio, salió de la pequeña palapa/recepción rumiando goma de mascar.

- ¡Pero qué es esto, señorita Garré! ¡Esta gente no puede cenar si no se ha registrado antes!

- Ah, chicos, olvidamos presentarles a nuestra recepcionista y astróloga, la señorita Cora.

- Gracias, gracias…-dijo la señorita Cora, en un gesto demasiado solemne como para su puesto.

- Cora, querida, ellos no necesitan registrarse, son amigos nuestros.- dijo Silvina.

- ¿Pero qué dice?- espetó la señorita Cora, en un gesto casi de asco- ¿Me está diciendo que no registre a esta gente? ¿Y cómo quiere que lleve el registro?

- No es necesario llevar un registro, en este caso, señorita Cora- dijo Marcelo en un tono severo.

- ¿Pero cómo no va a ser? ¿Quiere meternos en crisis, señor Garré? ¿Quiere que luego no tengamos ni para comer? ¿Nada?

- Cora, por favor…

- Yo no pienso dejar que pisoteen mi trabajo, señor Garré…¡Es una locura! ¡Usted no sabe lo que…

- ¡Cora! ¡Siéntese a cenar y cállese!

- Pero, viste…es que…

- ¡Cora!

La señorita Cora se sentó en una de las cabeceras de la mesa, sacó un pañuelo con una constelación impresa, y guardó en él su goma de mascar.

Durante la cena, Remigio, sentado entre Julio y Esteban, le preguntó al primero acerca del nombre del lugar. Julio, dejando intempestivamente sus cubiertos y con medio filete en la boca, comenzó a decir en voz alta:

- En el tabaco, en el café, en el vino, /
al borde de la noche se levantan /
como esas voces que a lo lejos cantan
/sin que se sepa qué, por el camino./

Livianamente hermanos del destino, / dióscuros, sombras pálidas, me espantan /
las moscas de los hábitos, me aguantan / que siga a flote entre tanto remolino.
/
Los muertos hablan más pero al oído, /
y los vivos son mano tibia y techo,/
suma de lo ganado y lo perdido. /

Así un día en la barca de la sombra,
/ de tanta ausencia abrigará mi pecho /
esta antigua ternura que los nombra.”. Bienvenidos a Los amigos- dijo Julio mientras se sentaba viendo al resto de la mesa.

***

Los amigos parecía estar lleno de curiosidades y extrañezas. El poema que Julio había recitado en la cena se encontraba escrito en una enorme placa dorada localizada en las escaleras que subían por la montaña y conducían a las habitaciones. Éstas, eran cabañas con una cama matrimonial, cocineta, una pequeña sala y un balcón con escritorio y hamaca: en efecto, el sitio perfecto para humanistas y artistas.

Otra curiosidad de Los Amigos, era que las cabañas no estaban numeradas. En lugar de este sistema, cada cabaña tenía un nombre bastante específico.

La primera cabaña, la más baja en la montaña, le correspondió a Lina. De no haber estudiado humanidades, la bibliotecaria de fondo antiguo tal vez no hubiera entendido que Instrucciones para matar hormigas en Roma no era un título tan absurdo como se podría llegar a pensar –particularmente estando en Veracruz y no en Roma-. Sin embargo, lo que Lina no entendía era por qué nombrar así a un cuarto.

Como si estuviese hecho para ella, Instrucciones para matar hormigas en Roma tenía la cama más suave de todo el lugar. La alacena, parecía haber sido diseñada para matar a un diabético. Y, lo más importante, el baño había sido decorado con motivos de vaca, pasión secreta de Lina.

Apenas entrar, Lina se tiró en la cama de un gran salto, pidiéndole a sus amigos que la dejaran descansar un rato. Justo cuando se estaba quedando dormida, Lina vio una pila de libros en su buró, que decidió analizar apenas se despertara.

Los siguientes en ser asignados con un cuarto fueron Sonia y Emiliano. Su cabaña se encontraba a unos pasos de la de Lina, justo antes de donde el sendero de escalones improvisados con ramas y piedras doblaba monte arriba.

Instrucciones para dar Cuerda al Reloj tenía la particularidad de estar pintado de azul y tener todo tipo de estrellas decorando la pared. Sonia no se atrevió a decirle a Emiliano que justo así era la habitación de su casa. En ese momento, la filósofa se dio cuenta de que tal vez algún día tendrían que regresar a su vida habitual, a la cotidianidad de la que ya se había olvidado. Antes de sumergirse en pensamientos de este tipo, Sonia descubrió los libros que se encontraban en la repisa sobre su cama: Los Presocráticos, El Banquete de Platón, la Metafísica de Aristóteles y Te pido que me comprendas de Corín Tellado. Éste último hizo que Sonia alzara una ceja, pero lo dejo debajo de la Metafísica en caso de que durante su lectura nocturna quisiera distraerse un poco. Pero lo que realmente distrajo a Sonia, fue el enorme reloj Cucú que estaba en medio de la repisa de los libros. Lo observó durante unos minutos, los suficientes como para pensar que, tal vez, sería imposible volver a la cotidianidad.

Justo a la mitad de la montaña se localizaba Instrucciones para entender tres pinturas famosas. De todas, ésta era la habitación más sencilla. Al frente de la cabaña estaba el balcón y, para salir a éste, tres ventanas que iban del piso al techo. Dionisio estuvo a punto de quejarse y preguntar por qué le tenía que tocar a él la habitación más simple, quiso cuestionar desafiante a Silvina y Marcelo si acaso ellos creían que él era así de simple, porque él podía demostrar lo contrario, pero decidió guardar silencio al descubrir que en un librero en el que no había reparado por estar junto a la entrada, se encontraba la bibliografía completa de sus autores reclusos favoritos. Y Wittgenstein.

Marcelo y Silvina se quedaron conversando con Dionisio mientras Julio llevaba a Remigio y Esteban a la última cabaña, localizada en la punta del cerro. El hijo de los Garré iba contando en el camino lo feliz que estaba de reencontrarse tanto con el “pibe Vaquerizo” como con el “Parrita”.

- ¿Y tú cómo chingados lo conoces?- murmuró Esteban.

- Lo mismo pregunto, “Parrita”- contestó Remigio.

Ambos estaban a punto de alzar el tono de sus voces, pero enmudecieron cuando Julio abrió la puerta de Instrucciones para llorar. Ésta, era la única cabaña redonda y con techo transparente.

- Así podés ver las estrellas de noche, genial, ¿No?- dijo Julio.

Remigio y Esteban se sentaron en la cama sin decir nada, viendo el techo.

- Bueno chicos, me voy, los dejo, cualquier cosa me llaman y ya está.- se despidió Julio.

- ¿Y cómo te llamamos?- preguntó Esteban.

- Ah, sencillo…lo que pasa es que mi cabaña está justo atrás de la suya.

- ¿Hay más cabañas?- preguntó Remigio.

- Sí claro, del otro lado del cerro.- Julio se levantó, le dio a cada uno una llave y antes de irse se paró en la puerta y dijo - ¿Acaso creían que los iba a dejar tan solitos?

***

Desde que la habían dejado en Instrucciones para matar hormigas en Roma un profundo sueño se había apoderado de Lina, no despertó sino hasta las diez de la mañana del domingo. Imaginó que el resto de sus amigos estarían aún dormidos por lo que, sin prisas, se dedicó a examinar la habitación.

Debido al sueño, la noche anterior no había reparado en una serie de repisas localizadas junto a la puerta que llevaba al balcón. En ellas, la colección completa de libros de Agatha Christie la hizo sentirse en su propia casa. Cogió El club de los martes y leyó una página que había elegido al azar:

“Raymond West lanzó una bocanada de humo y repitió las palabras con una especie de deliberado y consciente placer.

–Misterios sin resolver.

Miró satisfecho a su alrededor. La habitación era antigua, con amplias vigas oscuras que cruzaban el techo, y estaba amueblada con muebles de buena calidad muy adecuados a ella. De ahí la mirada aprobadora de Raymond West. Era escritor de profesión y le gustaba que el ambiente fuera evocador”.

Lina sonrió y dijo para sí misma: “Misterios sin resolver”. Cuando escuchó su estómago gruñir, concluyó que lo mejor sería darse un baño y bajar a desayunar, tal vez ahí se encontraría con sus amigos.

Julie no se había equivocado en comparar la piel de Lina con la porcelana, en efecto, era blanca e impecable. Había dos razones por las que la bibliotecaria de fondo antiguo era capaz de tener semejante cutis: por un lado, trabajando en un sótano en el que las condiciones climáticas se adecuaban para conservar libros cuyas edades oscilaban entre los 400 y 700 años, no se podían sufrir mucho los estragos del sol; y por el otro, Lina disfrutaba de largos baños de agua helada.

En la regadera, pensó en los libros de Christie y recordó que, después de haber leído cierto número de obras de la escritora inglesa, era fácil deducir el esquema que emplearía para resolver el misterio. Pensó entonces en los sobres que habían dejado por todo Veracruz a manera de distracción y se preguntó cuánto tiempo podría durarles este esquema. Lina no quería que después de un tiempo se volviera tan predecible como Hércules Poirot o Mrs. Marple.

Salió a la recámara tan concentrada, que tardó unos minutos en descubrir el sobre que alguien había dejado sobre su cama. En la parte frontal traía una simple anotación: Instrucciones para matar hormigas en Roma.

En el interior encontró sólo una tarjeta que decía:

“Las hormigas se comerán a Roma, está dicho. Entre las lajas andan; loba, ¿qué carrera de piedras preciosas te secciona la garganta? Por algún lado salen las aguas de las fuentes, las pizarras vivas, los camafeos temblorosos que en plena noche mascullan la historia, las dinastías y las conmemoraciones. Habría que encontrar el corazón que hace latir las fuentes para precaverlo de las hormigas, y organizar en esta ciudad de sangre crecida, de cornucopias erizadas como manos de ciego, un rito de salvación para que el futuro se lime los dientes en los montes, se arrastre manso y sin fuerza, completamente sin hormigas.”

Era demasiado temprano como para interpretar a Cortázar. El estómago de Lina volvió a gruñir, razón suficiente para poner en pausa la literatura y alimentar al cuerpo. Le echó un último vistazo a la nota y dijo para sí misma: “Las hormigas se comerán a Roma, está dicho…Misterios sin resolver”. Justo antes de poner un pie fuera de la cabaña, una imagen brincó a su memoria: era un sitio oscuro con olor a incienso. Había velas, animales muertos colgados, una serpiente y una figura que le decía algo. Una y otra vez escuchaba frases sin sentido, una especie de mantra que sabía lo que decía pero no lo reconocía, era comos si tuviera en su cerebro la forma de las palabras pero no su contenido. “Llegará el…llegará el…llegará el…”, alcanzó a reconocer, pero no más.

- Hola…¿Hola?...Hooola…¡Lina!- Remigio la saludaba en la mesa comunal con cara de pocos amigos, sin darse cuenta, había llegado hasta el comedor.

- Dios, ¿Qué te pasó?- respondió Lina.

- ¿Tan mal me veo? No dormí nada.

- ¿Nada, nada?

- Nada.

- ¿Y ahora?

- Esteban y yo nos peleamos.

- Ya veo…¿El argentino excesivamente bronceado y relleno tiene algo que ver en esto?

- ¡No! Y no está excesivamente bronceado, está dorado…¿Relleno? ¿A qué te…? Bueno sí, sí tiene que ver en esto.

- Lo imaginé…Pero también lo conoce a él, ¿No?

- Sí…pero el problema es que es exactamente nuestro tipo.

- ¿De cuándo acá es ese un problema?

- Pues…

Con un sombrero de ala gigantesca y unas gafas oscuras igualmente grandes, Sonia se apareció frente a los dos amigos.

- ¿Otra que pasó mala noche?- preguntó Lina.

Sonia no respondió y se sentó entre Lina y Remigio.

- Café…- dijo con un halo de voz, cosa que Lina interpretó como respuesta afirmativa a su pregunta.

- ¿Otra que discutió con un Parra?

- Café…- repitió Sonia, con una voz de ultratumba.

- Supongo que en este caso no tiene nada que ver un argentino dorado, relleno y veinteañero…¿O sí?- preguntó de nuevo Lina.

- Caf…¡Obvio no! De hecho, no discutimos…simplemente que llevo un par de días sintiéndome extraña con Emiliano.

- Así que los Parra tienen algo que hacen sentir extraños a sus amantes y, además, gustan de dormir hasta tarde.

Sonia y Remigio observaron a Lina con recelo. En ese momento, una mujer con delantal y el cabello amarrado en un chongo se detuvo frente a ellos.

- Días…¿Puedo tomar su orden?- era la señorita Cora.

- Buenos días, señorita Cora- dijo Remigio.

- Sí, sí…días…¿Qué quieren?

Los tres pidieron molletes de jamón y chorizo, una jarra de jugo de naranja, Lina una malteada de chocolate, Sonia y Remigio un café americano.

- Ahora vienen…- dijo la señorita Cora.- pero antes, necesito que me firmen esto.- la recepcionista, astróloga y ahora mesera, les extendió un libro.

- ¿Y esto para qué es?- preguntó Sonia.

- Nada nena, nada…es sólo que a todos los clientes que comen aquí les pedimos una firma…ya sabes…

- Pero si sólo somos nosotros…- intervino Lina.

- ¡Firma y nombre!- gritó la señorita Cora.

- ¡Cora! ¿Pero qué estás haciendo?

La señorita recepcionista, astróloga y mesera hizo un gesto de molestia y lanzó un bufido a Marcelo Garré.

- ¿Qué quiere que haga patrón? ¡Yo sólo intento hacer bien mi trabajo! Pero usted sólo me lo impide y me lo impide…así no se puede, patrón…esto no es vida…

- No seas dramática Cora, anda, traeme lo mismo que los chicos hayan pedido…- con una mirada paternal y a la vez coqueta, Marcelo volteó a ver a la mitad de los Detectives Silvestres presente.- ¿Cómo durmieron chicos?

Remigio y Sonia tuvieron que mentir. Le habían dicho a Marcelo que las camas estaban exquisitas y que las habitaciones no podían ser simplemente mejores. Después hablaron un poco del clima, de los Tuxtlas, de la vida en Veracruz y otros temas intrascendentes tanto para nuestra historia como para la de ellos. El desayuno se pasó entre estas conversaciones, hasta que Marcelo decidió que era hora de subir el volumen y la atención de los humanistas.

- Chicos, les propongo algo: dejémonos de tonterías.- dijo Marcelo con tranquilidad. Sonia no pudo evitar pensar que, a pesar de su edad, Marcelo estaba bien conservado y era notorio que de joven había sido muy guapo.- Elisa nos dio un…una especie de horario para ustedes, y de acuerdo a ese horario, hoy será su último día de descanso, mañana comienzan a trabajar.

- ¿Trabajar? Marcelo, nadie habló nada de trabajar…-comenzó a decir Remigio, nervioso.

- Pará, pará…-dijo el propietario…- que no es tan grave como vos pensás…A ver chicos, creo que es hora de que les vaya mostrando dos cosas…- Marcelo se levantó y fue a la parte trasera de la palapa. La señorita Cora los observaba con mal gesto. Marcelo volvió a aparecer con una carpeta entre las manos.- Cora, Nena, tres cafés y otra malteada de chocolate, por favor. Bueno chicos, esto que ven es el plan de trabajo que envió Elisa Vaquerizo…

Los Detectives Silvestres observaron con temor el tamaño de la carpeta. Marcelo les entregó una carta escrita a puño y letra de Elisa Vaquerizo. Sonia le dio lectura en voz alta:

Queridos Detectives Silvestres,

Así que hemos llegado hasta este punto. No puedo negarles lo emocionada que estoy, prácticamente como si estuviese caminando –y a veces corriendo- junto a ustedes. Puedo decirles que estoy bastante orgullosa de todo lo que ha hecho cada uno. Pero, como han visto hasta ahora y como estoy segura verán en repetidas ocasiones, a partir de ahora, aún hay más.

Aún hay más, aún hay mucho, mucho más. Más por hacer, más por saber, más por conocer, más por querer, más por cuidar, más por esperar. Esto, mis queridos humanistas, es sólo el principio. María Pantera sabe que están siguiendo sus pasos, y eso es suficiente como para que ponga a unos cuantos aliados suyos en movimiento, pero mientras más sienta que se acercan a la verdad, más cerrará su mano. Y si no son cuidadosos, ustedes estarán en su palma.

Por eso los he enviado con los Garré. Estarán un mes en uno de los lugares más seguro del planeta. Y estarán justo en estos días que ocurre un fenómeno curioso y afortunado: la neblina cubre un extremo del lago, el sol brilla en el otro. Este fenómeno prácticamente los borra del mapa. Así que tenemos que aprovechar esta desaparición, sin confiarnos.

En este tiempo, he asignado tareas específicas a cada uno y necesito que las cumplan como digo, sin dudar ni cuestionar nada.

Sonia: Relee la Metafísica de Aristóteles, es fundamental que encuentres lo que está motivando a María a hacer lo que está haciendo. A la vez que revises este libro, necesito que investigues todo –y supongo que tú, que eres profesora universitaria, entiendes a qué me refiero cuando digo todo- lo que ha ocurrido en Televisa en los últimos cincuenta años. Confío en tu capacidad de selección y en que encontrarás la causa final de María Pantera.

Además de la causa final, necesito que hables con Marcelo y que te explique cómo funciona el mundo de la música, pero desde el lado de la organización de eventos. Marcelo, tras participar en la OTI se dedicó a ser manager de múltiples bandas argentinas y mexicanas. Él podrá darte importantes consejos, que sé, te serán fundamentales en un futuro no tan lejano.

Lina: La historia es lo tuyo, puedo notarlo. Así como Sonia se encargará de ver todo lo referente a Televisa, es inminente que tú estudies todo lo que hay detrás del Festival OTI. Siendo fanática de Agatha Christie no será difícil. Una vez reuniendo las piezas del rompecabezas, encontrarás que hay un motivo, una coartada y un objetivo. Encuentra cuál es la verdadera razón de este festival y por qué se les ocurre resucitarlo diez años después. Pero esto no es todo. Diario asistirás a clases de canto con los Parra, de proyección escénica e interpretación con Remigio y de baile, con Dionisio.

Remigio: Sé que me vas a decir “abuela” apenas sepas cuál es tu tarea, pero necesito que lo hagas. Verás todos –sí, todos- los vídeos de todas las presentaciones del OTI. Uno y cada uno. Es esencial que comprendas cómo se hace un show de la OTI para que, en este mes, seas capaz de desarrollar uno tú mismo: el de Alba Feu. Debes comprender cuáles eran los elementos del formato antiguo y deducir cuáles serán los elementos de un show exitoso del nuevo. Recuerda, Alba Feu debe llegar a la final, y eso dependerá del show que desarrolles. Pero debes ser cuidadoso con todos, del primero al último. Además, como supongo ya leíste o escuchaste, deberás darles clases de proyección escénica a Alba Feu y a Baco Passion, es decir, a Lina y Dionisio. Lo siento si te estoy cargando de trabajo, pero debes hacerlo ¿Por qué? Porque lo digo yo, que soy tu abuela.

Dionisio: Por supuesto que harás tu tesis, faltaba menos. La comenzarás mañana mismo. Imagino que con todo el ajetreo no has tenido tiempo de adelantar absolutamente nada, si conoceré a los jóvenes. Me tomé la libertad de desarrollarte un protocolo de tesis. Aquí tienes una copia impresa y en tu correo electrónico hay otro. Apenas leas esto, envíaselo a tu profesor para que no te quedes atrás en las entregas. Si te lo preguntas, el título de tu tesis es: Derechos y Legalidad en el ámbito de la industria musical mexicana durante la primera década del siglo XXI. Es inminente que investigues todo lo necesario en materia legal para poder vencer a María Pantera. Y si esta investigación te sirve para dar fin de una vez por todas a tus estudios universitarios y dedicarte a hacer lo que verdaderamente te gusta, qué mejor. Ah, y también te he mandado un vídeo porque necesito Lina y tú tomen lecciones de baile.

Emiliano Parra: Junto con Remigio, verás todos los vídeos de la OTI. Necesito que absorbas la esencia de la música que tiene éxito en estas emisiones, pero confío en tu herencia y tu sentido de la música. Deberás componer las melodías de Alba Feu y deberás componerlas bien. Tienen que ser lo suficientemente accesibles y buenas como para llevarla a la final. Pero te advierto una cosa, Emiliano Parra, tienes la confianza de tu madre, tu difunto padre y la mía para encargarte esta tarea. Necesitamos demostrarle a María que la música no es algo que se produzca en masa, sino con el corazón. Hay que recordarle a esa gente de qué está hecha una Verdadera Estrella Eterna: el hecho de que estés trabajando a presión y bajo ciertas normas no quiere decir que la música que hagas no venga del corazón, por el contrario, necesitas abrirlo y sacar la música que le recuerde a la gente por qué la vida sin música sería un error. Confiamos en ti.

Esteban Parra: Así como confiamos en tu hermano, también confiamos en ti. Si fuiste capaz de versar de manera tan hermosa en los sones que tu madre me ha enviado, si has sido capaz de devolverle al rock una letra llena de emoción y honestidad, podrás hacer lo mismo con la OTI. Tú compondrás la letra y melodía vocal de la canción de Alba y necesitas hacerlo desde adentro. Devuélvele la poesía a la gente. Pero poesía verdadera, auténtica, nada de exageraciones ultra solemnes o descripciones al carbón de los sentimientos del narrador. Yo sé que me entiendes y sé que puedes hacerlo, nieto mío.

Creo que por ahora es suficiente. No se preocupen Detectives Silvestres, los dejo en excelentes manos. SI alguien sabe de exilio, del OTI y de cuidar a la gente, son los Garré.

Por cierto, necesito que tanto Remigio como Esteban trabajen de cerca con Julio, cosas de la infancia que los Garré ya les explicarán.

A trabajar mis Detectives Silvestres y jamás lo olviden: Aún hay más.

Los quiere,

- Elisa V.

Sonia terminó de leer la carta de Elisa frente a todos los Detectives Silvestres. La noche había caído sobre Instrucciones para llorar, la más amplia de todas las cabañas. Después de que Sonia hiciera lo mismo con Marcelo, Lina y Remigio durante el desayuno, la mitad de los Detectives Silvestres decidió convocar a la otra mitad a una reunión en la que se comenzará a delinear el mapa de lo que sería su estadía en Los amigos. No, aquello no sería un retiro de un mes, sería un grupo de trabajo que, en tan poco tiempo buscaría encontrar tantas cosas.

Los grillos y demás insectos de la selva que se comía a la cabaña fueron el único ruido durante unos minutos. El primero en tomar la palabra fue Dionisio.

- Elisa tiene razón en muchas cosas. Tenemos que ser mucho más disciplinados de lo que hasta ahora hemos sido y considerar a esto una empresa, tanto en el sentido literario como en el de las corporaciones desalmadas del siglo XXI. Pero tiene razón en otra cosa que recalca, lo que hagamos, debe ser siempre auténtico, creo que esa es la clave de nuestro trabajo, y creo que sólo así vamos a poder llevar bien este plan…

- ¿Tenemos un plan?- preguntó Lina, que estaba sentada en el escritorio.

- Parece ser que Indira y Elisa lo tienen…no puedo negar que todo esto me encanta. – dijo Sonia.

- Yo estoy completamente de acuerdo con ella, es hora de devolverle a la pinche industria algo de calidad.- dijo Emiliano, provocando en Sonia una sonrisa adolescente.

La reunión había terminado alrededor de las once de la noche y, por alguna extraña razón, todos estaban fatigados. Cuando cada uno se dirigía a la cabaña que le correspondía, Lina se paró en el fondo de la habitación con un papel en su mano.

- Chicos…- dijo Lina.

- ¿Qué pasó?- preguntó Emiliano.

- Creo que aún hay más.

***

- Quizá sea el diablo quien dice estas cosas, y quizá tú las crees porque te las dice un rey.- dijo Dionisio.

- ¿Cómo el diablo? Dionisio, jamás pensé que fueras tan católico- dijo Remigio.

- No seas tonto Remigio…así termina Instrucciones para entender tres pinturas famosas de Cortázar.- respondió Dionisio.

La noche anterior, Lina les había enseñado la nota que había descubierto en su cama al salir de bañarse. Esa misma noche, todos confesaron haber recibido una nota en algún momento de distracción y las leyeron. Habían llegado a la conclusión de que aquello era el primer párrafo de los cuentos de Julio Cortázar que nombraban a las cabañas que les habían asignado. Sin embargo, ninguno sabía si aquello era alguna especie de señal o si eran meros detalles ofrecidos en Los amigos. Finalmente, el retiro estaba plagado de referencias, por lo que no era tan extraño encontrar una nota con el primer fragmento de Intrucciones para matar hormigas en Roma, Instrucciones para dar cuerda al reloj, Instrucciones para entender tres pinturas famosas e Instrucciones para llorar.

- A mí me extraña más la otra cosa que nos mostró Marcelo.- dijo Remigio.

- Para ser sincero, a mí también- continuó Dionisio- sin embargo, algo me dice que las notas que recibimos no son mera coincidencia o servicio para intelectuales.

Todos se habían citado en el restaurante para desayunar y delinear los horarios y formas de trabajo que llevarían a cabo en Los Amigos, según las instrucciones dadas por Elisa Vaquerizo. “La otra cosa” a la que se refería Remigio era una fotografía. Hasta ahora, las fotografías se habían convertido en piezas de un rompecabezas que no parecía dar una imagen clara.

En la fotografía que Marcelo les había mostrado durante el desayuno del domingo a Lina, Sonia y Remigio, se apreciaba a una Elisa Vaquerizo una tanto más joven, a un Marcelo idéntico y a María Pantera. Tras aquella ocasión en la que pudieron ver durante claros treinta minutos televisivos a la mujer que los tenía en esta ilógica búsqueda, los Detectives Silvestres ya eran capaces de reconocerla en otras imágenes.

La María Pantera que se veía en la imagen tenía dos elementos desconcertantes: el primero, era que aparecía sonriendo abrazada de las otras dos personas justo frente a la placa dorada con el poema de Cortázar Los amigos. La segunda, era que, a diferencia de la María televisada, la de la fotografía parecía haber sido golpeada. Tenía moretones en un rostro hinchado, casi deforme.

- Elisa la trajo aquí diciendo que necesitaba de ayuda, desesperada y desinteresada, sin preguntas.- les dijo el argentino, al momento de entregarles la imagen- tu abuela no dijo nada al respecto, pero estoy seguro que de algo les servirá.

- ¿Con que no soy la única intrigada por esa imagen?- dijo Lina, apareciéndose en el restaurante con una visera color beige.

- Sí…pero para ser honesto, en este momento me intriga más tu visera, ¿De dónde diablos la sacaste?- preguntó Remigio- ¿De 1992?

- No…y para tu información, estoy bajo tratamiento y necesito protegerme del Sol…

- Eso explica la piel de porcelana- continuó Remigio - ¿Pero de qué Sol te vas a proteger aquí?

- ¡No es para aquí tonto! La biblioteca está en La Barra, del lado de la playa y ahí sí que hay sol…así que no pienso arriesgarme.

- ¿Quiénes van a ir a la biblioteca?- preguntó Dionisio.

- Hasta donde sé, Sonia, tú y yo…los otros tres se tienen que quedar en donde está el Internet…

- Exactamente…- dijo Sonia, apareciéndose de nuevo con su gigantesco sombrero, sus enormes gafas oscuras y su monumental bolso.

- ¿Otra que se quiere proteger del sol o que quiere tomarlo? ¿Para qué el saco de la Segunda Guerra Mundial?- preguntó Remigio, con ironía.

- Evidentemente no quiero tomar el Sol…menos con mi dermatitis…y para tú información, éste es mi bolso de profesora, aquí traigo todo lo que necesito para investigar y corregir…Parece ser más bien que alguien se levantó bastante venenoso, ¿Otra mala noche?

- No precisamente…sólo que anoche Esteban y yo no…

- ¡Cojan por favor!- dijo repentinamente la señorita Cora, ofreciendo a los cuatro Detectives Silvestres presentes una charola con vasos de jugo de naranja.

Una vez que habían tomado sus vasos, la señorita Cora le extendió una hoja a Remigio, diciéndole:

- Pibe Vaquerizo…me han comentado los patrones que usted es una celebridad de la música electrónica…y para serle honesta, siempre he querido un autógrafo de Suede Kid, ya sabe, para los nenes, los viejos ¿Podría darme su autógrafo?- dijo Cora, con una sonrisa dura en los labios.

- Oh…señorita Cora…no tenía ni idea que por estos rumbos…

- Remigio…- comenzó Sonia.

- Calma, calma…la mujer sólo quiere un autógrafo…el que ustedes nunca vayan a mis conciertos no quiere decir que…

- Remigio…- continuó Lina, con un tono de tintes maternales.

- ¡Hey! ¡Por una vez en la vida alguien me pide un maldito…

- ¡Remigio!- gritó Dionisio.

- ¡Señorita Cora!- gritó Silvina, desde el fondo de la cocina.- ¿Pero qué haces, mujer?

- Nada patrona…sólo le pido un autógrafo al muchacho…ya ve usted que en Argentina es un éxito…

- ¿En Argentina?- preguntó excitado Remigio.

- ¿Y le pides un autógrafo en una ficha de registro?

- Verá…es que era lo único que tenía a la mano y…y…

- ¡Y nada Cora! ¡Dejate ya de tonterías y sírvele a los chicos su desayuno, que les espera un día largo!

- ¡Pero patrona! ¿Cómo quiere usted que haga yo bien mi trabajo? Mi labor es llevar un registro claro de la gente que se hospeda aquí, llevo años haciéndolo y años cumpliéndoles…no quiero que por un error…pues ya sabe…ya sabe como estuvieron las cosas en el país hace unos años…mi madre, la pobre no tenía que comer…y pues…no quiero que…no quiero…

- ¡Calmate mujer! Sabés que a ti no te va a pasar nada…ahora, dejate de tangos y ayudame con el desayuno…

Refunfuñando, Cora se alejó de la mesa de los Detectives Silvestres. Lina, Sonia y Dionisio lanzaron una mirada desaprobatoria a Remigio.

- ¡Qué quieren! ¡Nunca me han pedido un autógrafo!

- ¿Y crees que en una cuasi isla perdida te lo van a pedir?- rebatió Sonia.

- Uno nunca sabe…en los pueblos pequeños…

- ¡Buenos días!- interrumpieron los hermanos Parra, con una sonrisa que demostraba que eran familia en los labios.

- ¡Ya era hora! ¿Acaso Tlacotalpan tiene otro huso horario?- saludó Lina.

- Perdonen…es que estos días hemos estado muy…- comenzó Emiliano.

- Cans…fatigados…- interrumpió Esteban, provocando una mirada de extrañeza en Remigio.

- Bueno, bueno…- intervino Sonia, quien le daba un trago a su triple latte de la mañana.- lo que vamos a hacer es lo siguiente: de diez de la mañana a una y media de la tarde cada quien investiga lo que le corresponde. Comemos a las dos. A las cuatro, comienzan las lecciones de managment, canto, interpretación, baile y procesos de composición y creación. A las ocho nos reunimos para cerrar el día y organizar el que sigue, y cenamos a las nueve ¿Estamos de acuerdo? ¿Queda alguna duda?- todos vieron a Sonia con extrañamiento y sin decir una palabra- OK, justo lo que imaginé…

- Dios…ahora entiendo a tus alumnos…- dijo Remigio.

La biblioteca, justo como había dicho Lina, se encontraba en La Barra, es decir, cruzando la laguna en el extremo que da al mar. Lord Richard Bingham El Güero llevó a los primos y la bibliotecaria al recinto que robó el aliento de esta última. Aquello era una casa entera construida al más puro estilo Bonaerense. Además de los estantes llenos de libros, la casa tenía cómodos sillones y mesas de trabajo. El ruido del mar ayudaba a la concentración del lector y los techos altos permitían que el aire circulase de tal manera que las altas temperaturas no oprimiesen a sus usuarios. Lina se sentía en casa.

Una vez que había salido de su ensoñación, Lina encontró a Sonia completamente instalada en una de las mesas de trabajo, localizada justo junto a un gran ventanal. Hasta arriba de una pila de libros la Metafísica, de Aristóteles se perfilaba como la primera elección.

Dionisio les había dicho que las alcanzaría en unos minutos, quería antes preguntarle algunas cosas a Lord Richard Bingham El Güero.

Lina decidió recorrer la casa entera para poder apreciar cada rincón de la biblioteca, así como para ver qué le sería de utilidad tanto en su investigación de la OTI como en sus lecciones de canto. Al cabo de 45 minutos, regresó a la mesa de Sonia.

- ¿Por qué tardaste tanto?- preguntó Sonia.

- Tienes que recorrer este sitio…es simplemente increíble…de hecho…mis libros los encontré en cinco minutos…pero tienes que ver las cosas que tienen…

- Prometo hacerlo, apenas encuentre algo que estoy buscando…es que estoy segura de que tengo que encontrar algo muy específico aquí, pero no logro recordar que…es como cuando tienes algo en…

- …la punta de la lengua…- completó Lina.

- ¡Sí! Llevo días con una memoria perdida…y sabes que a mí eso simplemente no me puede pasar…es como si tuviese la forma de las palabras pero no el…

- Contenido…lo sé, a mí me pasó eso de hecho el otro día…había olvidado comentárselos: estaba leyendo un libro de Agatha Christie, El club de los martes para ser más exacta y fue justo cuando encontré la nota Cortazariana. Saliendo de la cabaña me brincó una imagen a la cabeza, era…

- ¡Ya vieron este lugar! – entró a la sala Dionisio, más emocionado que de costumbre.

- ¿Dónde andabas?- preguntó Sonia.

- Recorriendo la biblioteca.

- ¿No estabas con Lord Richard Bingham El Güero?- preguntó Lina.

- Ah, sí…le pregunté un par de cosas…

- ¿Exactamente qué le preguntarías a un lanchero de los Tuxtlas en medio de toda esta conmoción?- preguntó Sonia.

- …un…par…de…cosas…

Sonia lo miró extrañado. Conocía demasiado bien a su primo como para saber que un par de cosas podían ser mucho. Justo cuando iba a preguntarle qué era ese par de cosas, Dionisio le preguntó a cada una lo que leía.

- Yo necesito releer la Metafísica, ¿Recuerdas?

- Y yo encontré estas dos cosas…

Lina puso sobre la mesa un libro azul y un libro café. El libro marrón tenía como título Cómo educar la voz hablada y cantada, de Cristián Caballero. El libro azul llamó aún más la atención de los Detectives Silvestres. Llevaba por título Organizaciones, Tratados e Instituciones: Buscando una identidad Iberoamericana, de Orlando Blanco.

- Lina ¿Te das cuenta del título?- preguntó Sonia.

- Evidentemente…

- ¿Cómo se te ocurrió?- preguntó Dionisio.

- De fondo antiguo o contemporáneo…bibliotecaria al fin y al cabo, ¿No?

- Quizá sea el diablo quien dice estas cosas, y quizá tú las crees porque te las dice un rey.- dijo Dionisio.

- ¿Cortázar?- preguntó Sonia.

- Sí…esta mañana lo hablaba con Remigio.

- ¿Qué tiene que ver en esto?- preguntó Sonia.

- Que yo no creo que esas notas hayan sido un mero servicio hotelero para intelectuales.

- De hecho…- dijo Sonia- “Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente.”, eso decía mi nota, no sé por qué creo que Aristóteles, Cortázar y María Pantera se relacionan.

- Y Copal Master…- agregó Dionisio.

- ¿Copal qué?- preguntó Lina.

- Copal Master…¿No lo recuerdan?

Lina y Sonia observaron a Dionisio como si supieran de qué hablaba sin saber exactamente lo que quería decir.

- ¿No lo recuerdan? ¿La última noche en Catemaco?

- Dios…no puedo creer que lo hubiera olvidado…- dijo Sonia.

- Esa tarde, por instrucciones de Elisa e Indira, fuimos a ver a Copal Master. Él nos dios el Agualuna y, según recuerdo, fue después que nos metimos la borrachera…y no recuerdo más.

Lina abrió los ojos como si hubiese visto un fantasma. La imagen que había tenido justo al salir de su cabaña cuadraba perfectamente con lo que Dionisio decía.

- Ahora recuerdo…mi última memoria fue la cabaña, choza o lo que sea de Copal Master…evidentemente olía a incienso, pero recuerdo que también había animales colgados…

- …una serpiente, había una serpiente, por eso Remigio se rehusaba…- agregó Sonia, como entrando en trance con sus amigos.

- “Llegará el momento en el que tengas que ser…”- dijo Lina parándose de su asiento y gritando la frase- ¿Por qué no recuerdo más?

- No sé…pero sea lo que haya pasado estamos llegando ahí, no hay que forzar a la memoria, por ahora cada quien céntrese en buscar lo que nos corresponde por parte de Elisa, lo de Copal Master llegará en su momento...

Dionisio subió las escaleras para encontrar la sección de Derecho y ahí, los libros que pudieran ayudarle con su tesis. Sonia se sumergió en la Metafísica y Lina comenzó a ver los títulos del libro marrón.

- Definitivamente voy a necesitar que Remigio y mis cuñados me expliquen esto.- dijo, al ver los títulos y explicaciones del libro.

Dionisio bajó cargado de libros que parecían más las pesas de algún aparato de gimnasio que el sitio en el que encontrar el material para vencer a María Pantera.

Sonia seguía buscando desesperada ese algo que ella sabía tenía que encontrar. Una y otra vez leía el primer párrafo, del primer capítulo del Libro I:

“Todos los hombres desean por naturaleza saber. Así lo indica el amor a los sentidos; pues, al margen de su utilidad, son amados a causa de sí mismos, y el que más de todos, el de la vista. En efecto, no sólo para obrar, sino también cuando no pensamos hacer nada, preferimos la vista, por decirlo así, a todos los otros. Y la causa en que, de los sentidos, éste es el que nos hace conocer más, y nos muestra muchas diferencias”

No podía leer a Aristóteles sin evitar cruzarse con la nota de Cortázar: “Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente”. Todos desean saber, allá en el fondo la muerte, todos desean saber, allá la muerte, todos, la muerte, todos la muerte. De un brinco Sonia se levantó de su asiento.

- ¡Tú mayor problema es querer saberlo todo y no eres capaz de perdonarte al no conocer algo, sin embargo, tampoco eres capaz de conocerte a ti misma, llegará el momento en el que tengas que perder!

- ¡Hey! ¡Eso no es cierto! Bueno, tal vez un poco, pero…yo creía conocerme bien…digo…sé que a veces soy un poco despistada pero eso no significa que…

- ¡No Lina! ¡Eso fue lo que me dijo Copal Master! ¡Esas fueron sus palabras!

- ¿Estás segura?- dijo Lina, tomando el libro de Orlando Blanco, dispuesta a hojearlo.

- Casi…siento que me falta, pero sé que por ahí iba…

- Wow…

- Estoy casi segura de que…

- Wow…

- Sí, tiene que…

- Wow…

- ¿Qué pasa, Lina?

- Wow…qué título para un primer capítulo…

Los Detectives Silvestres observaron al mismo tiempo la cuarta página de Organizaciones, Tratados e Instituciones: Buscando una identidad Iberoamericana, de Orlando Blanco. Los tres amigos no supieron si la nueva puerta que se abría con ese capítulo los llevaría a una certeza, a una conclusión, a una causa, a saber más, o si simplemente los perdería más. Lina leyó en voz alta el título del capítulo: “Verdades Escondidas del Entretenimiento”. Y los tres amigos sólo pudieron verse con asombro unos a otros.

***

Apenas se fueron Lina, Sonia y Dionisio, los Parra y Remigio se encaminaron a la sala de trabajo, donde había computadoras, televisores, reproductores de DVD e Internet.

- Yo los alcanzo en unos segundos.- dijo Esteban.

- ¿A dónde vas?- preguntó Remigio.

- Ahora los alcanzo ¿Ok?- respondió Esteban cortante.

Remigio pensó en reclamarle, particularmente cuando vio que se dirigía a la gerencia. Pero pensó que armar una escena de celos el primer día de trabajo y frente a su cuñado –si es que Emiliano aún lo era- resultaba bastante inadecuado.

Detrás de Rayuela se localizaba Progreso y Retroceso.

- ¿Sentido del humor?- preguntó Emiliano.

- No…Cortázar…- respondió Remigio.

- ¿Cómo empezamos, cuñado?- dijo Emiliano, provocando una leve sonrisa en Remigio.

- Pues…lo primero es buscar en vídeo las primeras emisiones de la OTI: una y cada una, ¿Recuerdas?

- Cierto, ¿Pero será posible verlas en orden cronológico?

- No sé…tal vez los Garré tengan un archivo, o tal vez nosotros mismos tengamos que hacerlo.

Emiliano y Remigio comenzaron a identificar el lugar: si iban a trabajar ahí durante un mes, sería mejor que se fuesen apropiando del espacio. Remigio puso su ordenador portátil en un escritorio localizado frente a una ventana que daba a un trozo de la selva, a otro de los manglares y otro de la laguna. Al igual que Agatha Christie, Remigio creía que el espacio era fundamental para los creativos, así que consideró a aquella la vista adecuada para inspirarse en desarrollar un show de calidad.

Emiliano abrió una puerta al final de Progreso y retroceso acompañado de un: “¡No puede ser!”. Un pequeño estudio de grabación se ubicaba en la habitación contigua. Ambos entraron con asombro.

- Aunque modesto…tiene todo lo básico y necesario…- dijo el músico de Tlacotalpan.

- Vaya que sí…-dijo Remigio.

Identificaron todos los instrumentos y la mente de ambos comenzó a volar. Mientras Remigio fantaseaba con las posibilidades que el sintetizador Korg ochenteno ofrecía, Emiliano se perdió en pensar en las melodías que todas las guitarras y jaranas que ahí habían le ayudarían a componer.

- Emiliano…¿No has notado a Esteban un poco extraño últimamente?

- No ¿Tú sí?

- No sé, a ratos está normal…a ratos…

- Cuñado…no tienes de qué preocuparte ¿OK?- dijo Emiliano, con el mismo tono cortante que su hermano había empleado minutos antes.

Remigio sólo pudo devolver una mirada de acuerdo, que en cuestión de segundos se transformó en asombro.

- ¡Emiliano! ¡Mira!- dijo Remigio, tomando una de las tantas fotografías colgada en una de las paredes del estudio.

La imagen retrataba a una mujer con el cabello castaño largo hasta la cintura, otra con el cabello corto y extremadamente rojo, otra con un crepé negro exagerado y otra con el cabello, castaño también, arreglado en un permanente. La mujer del cabello hasta la cintura y la del permanente vestían ropa típica mexicana. Las otras dos, llevaban blusones con hombreras y estampados de flores.

- Son tu madre y mi abuela…- dijo Remigio.

- Y mi madre…y…¿Mi tía?

- ¿Cómo que tu tía?

- Mi tía Eugenia…

- ¿Eugenia?

- Sí…Eugenia León- respondió.

- ¿Eugenia León es tu tía?

- Bueno…no biológica, pero la conocemos desde que éramos niños y es como nuestra tía…

- ¿Y qué hace con mi abuela?

- Supongo que la disquera…no sé…pero mi madre le ayudó a componer el tema con el que ganó la OTI en el ’85, El fandango aquí. Estaría bueno saber si esta foto es de antes o después del OTI. Creo que ya sé por qué vídeo vamos a comenzar…

Cuando encontraron el archivo de vídeos, descubrieron que los Garré tenían, como lo habían pensado, en orden cronológico las grabaciones. Emiliano se fue directo a 1985 y metió el cassette en la videocasetera.

- ¿Ya está México por aquí?- preguntaba Paloma San Basilio, en la grabación.

- ¡Aquí está México!- completaba Emilio Aragón.

Por las escaleras principales del escenario bajaba Eugenia León, con su permanente, enfundada en un vestido rosa. Unas notas que Remigio llamaría épicas, comenzaron a sonar de fondo. Eugenia abrazaba a uno de los compositores.

- Entregará el premio…Don Guillermo Cañedo, presidente de la Organización Iberoamericana. – continuaba Paloma, mientras Eugenia recibía el trofeo, incrédula.

En tan sólo cinco minutos, la cantante hizo un despliegue vocal y escénico hipnotizante, Emiliano y Remigio enmudecieron.

- Qué chingona es mi tía…

- Vaya que sí ¿Cuántos años tenías en el ’85?- preguntó Remigio.

- Diez años…¿Tú?

- Yo nací ese año.

- Dios lo olvidaba…igual que Esteban…

- ¿Por eso tu mamá no estaba ahí con Eugenia?

- En efecto.

Tras ver la presentación ganadora del Festival OTI 1985, los Detectives Silvestres decidieron comenzar en orden cronológico con su tarea de vídeos, canciones, interpretaciones y performance. Ese día verían la presentación completa del primer OTI, el de 1972. A pesar de haber estado casi tres horas viendo y analizando, ni Emiliano ni Remigio podían sacarse de la cabeza la tonada de El fandango aquí. Eugenia León seguía moviéndose en el cerebro de ambos, cantando acerca de una gran fiesta.

Durante la comida todos se reunieron en la mesa comunal. Apenas hablaron de un par de cosas que habían visto, pero los Detectives Silvestres estaban tan intrigados con sus propios descubrimientos que una vez terminado el café y las malteadas, se fueron a la segunda parte de su jornada laboral.

Entre todos habían establecido un horario riguroso que los ayudaría a avanzar con su investigación y producción durante el siguiente mes.

De las cuatro a seis de la tarde, Sonia recibiría su asistencia en Management musical de parte de Marcelo Garré; Lina llevaría sus clases de música, canto e interpretación con Emiliano, Remigio y Silvina; Dionisio redactaría su tesis y Esteban, junto con la ayuda de Julio, investigaría y leería poemas que fuesen de utilidad para desarrollar la letra de la canción de Alba Feu.

De las seis de la tarde a las ocho de la noche, Sonia avanzaría su investigación acerca de la historia de Televisa; Lina y Dionisio asistirían a su clase de baile a través de los vídeos que Elisa Vaquerizo había mandado; Emilio y Esteban comenzarían la composición –y posteriormente, producción- de la canción de Alba Feu; y Remigio, junto con la ayuda de Julio, desarrollaría una especie de guión para el show de Alba Feu.

La reunión final, en la que se verían los avances del día tomaba lugar en la mesa comunitaria del comedor a las ocho de la noche y, una vez terminada ésta, se procedería a la cena.

Esta primera jornada había resultado simplemente agotadora. Sonia, a pesar de su capacidad para comprender al mundo, no lograba entender las complejas instrucciones iniciales acerca del negocio de la música que Marcelo intentaba darle; por otro lado, por mucho que Emiliano repitiera el do en el piano del estudio de Progreso y retroceso, Lina no acertaba una sola nota.

- ¿Nunca te conté la historia de mi tío tenor que quiso enseñarme a cantar?- dijo Lina, parada junto al piano.

- ¿Tenés un tío tenor?- preguntó Silvina.

- ¿Ya has llevado clases de canto?- dijo Emiliano.

- Esperen, escuchen el resto…-completó Remigio, con una sonrisa de ironía en los labios.

- Sí y sí…

- ¿Y por qué no nos lo habías dicho antes?- dijo Emiliano.

- Porque después de un mes de intentarme enseñar a cantar, me preguntó si no prefería aprender a tocar al piano…

Emiliano estrelló la cabeza contra las teclas del piano y Silvina se pasó la mano por la cabellera rubia, en una actitud preocupada.

En Instrucciones para entender tres pinturas famosas, Dionisio se enfrentaba a una página en blanco. Había leído demasiadas cosas que aún no acababa de comprender y, en ese momento, era absolutamente incapaz de redactar algo coherente relacionado a la legalidad en el negocio de la música durante la primera década del Siglo XXI. Desesperado, comenzó a dar vueltas por su habitación hasta que, con mayor desesperación aún, se tiró rendido a la cama: no, esa tarde no sería capaz de escribir absolutamente nada. Cerró los ojos y decidió pensar en otra cosa. Pero pensar en qué. Tenía tanto en la cabeza, que descubrió que su incapacidad por esa tarde no se limitaría a la redacción.

Desde su cama, observaba los tres ventanales que daban al lago, La Barra y luego el mar. Descubrió que no había reparado en lo hermoso que podía ser un atardecer ahí y en que, en algún momento de su estancia ahí, tendría que ir al mar.

Sin percatarse su cuerpo se fue aflojando hasta quedar dormido. Dionisio no acostumbraba tomar la siesta, pero era como si su cerebro le pidiese desconectarse,

- Pasa…- le dijo una voz en su sueño.

Dionisio caminaba entre humos y vapores en medio de una oscuridad penetrante.

- Siéntate.- dijo la voz, grave y profunda de su sueño. Dionisio obedeció.- Veo que tienes miedo.- continuó diciendo la voz. Dionisio asentó con la cabeza. Intentó hablar pero se percató de que ningún sonido salía de su garganta.- Bebe esto.- repitió la voz.

En un vaso de cristal, un líquido azul brillaba. Dionisio lo bebió completo.

- Bien.- dijo el interlocutor, al que simplemente no podía ver.- Ahora, Dionisio vas a decirme toda la verdad, ¿Qué haces aquí? ¿Por qué has decidido venir? ¿Por qué te estás arriesgando por algo que no conoces? ¿Por qué te arriesgarías por todos ellos? ¿Estás seguro de ellos? ¿De tu propia familia incluso? ¿Qué no te dice que decidirán abandonarte o traicionarte en algún momento? ¿Qué te hace estar tan seguro?

Eran demasiadas preguntas y de lo único de lo que estaba seguro era que no tenía respuesta clara a ninguna de ellas. Un silencio invadió su cabeza. Pero un silencio que no era pacífico, sino más bien, tormentoso. Dionisio daba vueltas en la cama y sudaba.

- ¿Cuál es tu causa?- insistió la voz.

Por su sueño pasó el rostro de cada uno de los que, hasta ese momento, él consideraba sus amigos. No, no tenía la certeza de nada ni de nadie y ese simple pensamiento lo hundió más. ¿Confiaban en él? ¿Acaso no Lina lo había utilizado en Tlacotalpan en el museo? ¿Remigio no se vivía cuestionándolo? ¿Sonia misma, en verdad creía en él? Sintió un vacío en el estómago. No, no tenía ninguna certeza sobre ellos y esa simple idea lo hacía sentir fatal.

- Así que no sabes, ¿Eh?

Dionisio negó con la cabeza.

- Pero, ¿Lo sientes? Porque de lo contrario yo no vería otro motivo para hacer esto. Te pregunto de nuevo, ¿Cuál es tu causa?

Andar buscando a María Pantera nada más porque sí no parecía ser una respuesta congruente. Pero entonces, vino a su cabeza una frase que hacía tan sólo unos días había leído: Hay cosas que no deberían cambiar, cosas que uno debería poder meter en una de esas vitrinas de cristal y dejarlas allí tranquilas. Sé que es imposible, pero es una pena”. Esa frase venía de su libro amarillo, el que Indira Parra le había dado.

Entonces recordó lo excitante que fue escapar del museo con la fotografía de Agustín Lara, lo divertido que había sido el fandango en Tlacotalpan, lo orgulloso que se sintió de Sonia al verla subirse a zapatear al tableado la noche que conoció a Emiliano, la noche en casa de Indira Parra, la apasionante discusión durante todo el road trip con Remigio acerca de la música y sus curiosidades; lo excitante que estaba resultando tratar de descubrir el misterio detrás de Lord Richard Bingham El Güero, lo cerca que estaba de resolverlo él solo y simplemente el hecho de ser parte de un grupo tan accidental y, por lo mismo, tan único.

Descubrió cuánto había cambiado su vida en estos días y que él no quería que ésta fuese una de esas cosas que uno puede poner en una vitrina. Quería que su vida fuese el camino, una Wagoneer descompuesta, una borrachera, referencias literarias absurdas, datos inútiles y el tener con quien compartir todo eso. Intento decirle todo esto a la voz, pero de nuevo, descubrió que él había perdido la suya.

Sin embargo lo sintió. Lo sintió profundamente con ese único sentido de verdad que tienen los sueños y no hubo necesidad de usar palabras.

Poco a poco la bruma se fue esfumando de su sueño, y se descubrió en una choza, con animales muertos colgando, olor a incienso y una serpiente. Frente a él, estaba un hombre moreno, de cabello blanco. Sí, aquel era Copal Master.

- Me agrada saber que ya conoces tus causas. Tenlas siempre presentes, Dionisio, porque llegará…porque llegará…- la imagen entonces, comenzaba a esfumarse. Con toda su fuerza mental, Dionisio se aferró a ella. Era como un televisor que perdía la sintonía.- Tenlas siempre presentes, Dionisio, porque llegará el momento en el que tengas que ser capaz de ver más allá, de todos y, sobre todo, de ti mismo, de tu propio miedo.

Dionisio se levantó de golpe de la cama. Estaba sudando y con la respiración agitada. Hay cosas que no deberían cambiar, cosas que uno debería poder meter en una de esas vitrinas de cristal y dejarlas allí tranquilas. Sé que es imposible, pero es una pena”. “Quizá sea el diablo quien dice estas cosas, y quizá tú las crees porque te las dice un rey.”

Volteó hacia el estante de libros de autores reclusos y Wittgenstein, y luego al buró, donde tenía El guardían en el Centeno de JD Salinger, el libro que Indira Parra le había regalado. Una y otra vez vio hacia ambos lados. Había algo, algo que ver, algo que encontrar. Tenía que ser capaz de ver más allá de lo que normalmente veía.

Se dio cuenta, entonces, que si uno miraba con detenimiento, faltaba un libro en una de las filas. Todas las demás estaban perfectamente compactadas pero había una que estaba ligeramente floja. Dionisio tomó su libro amarillo. Vio el lomo. Después del título y el autor, un número 33 indicaba que era parte de una colección. Una colección, tal vez, de autores reclusos y Wittgenstein. Dionisio metió el libro y, hasta ese momento, pudo ver bien el cuadro: la fila se compactó, Dionisio sentía que algo le estaba haciendo falta. Se alejó un poco para ver si la imagen completa le decía algo, pero nada. Se subió a la cama, y nada. Se fue al otro extremo de la habitación, y seguía con tan sólo una mera noción.

“El amor sagrado y el amor profano, por TIZIANO

Esta detestable pintura representa un velorio a orillas del Jordán. Pocas veces la torpeza de un pintor pudo aludir con más abyección a las esperanzas del mundo en un Mesías que brilla por su ausencia; ausente del cuadro que es el mundo, brilla horriblemente en el obsceno bostezo del sarcófago de mármol, mientras el ángel encargado de proclamar la resurrección de su carne patibularia espera inobjetable que se cumplan los signos.” Decía su nota. “Espera inobjetable que se cumplan sus signos”, “ausente del cuadro que es el mundo”. Signos, ausente del cuadro, signos, ausente del cuadro. 3 pinturas famosas.

Dionisio volteó al balcón justo cuando el Sol se estaba metiendo. Salió desesperado. Poco antes de que el Sol se metiera por completó, alcanzó a ver que la luz proyectaba tres grandes símbolos a través de cada ventanal y sobre los resplandecientes lomos de los libros. Tres grandes símbolos bastante reconocibles y que indicaban que detrás de ellos había más, mucho más. Con la restante luz del sol Dionisio alcanzó a ver a través de cada ventanal una letra. La ventana de la extrema izquierda proyectaba una “V”, la de en medio una “E” y la última otra “E”.

El futuro abogado comprendió que, en efecto, tendría que ver mucho más allá de todos y de sí mismo. Quería contarle a todos sus amigos su descubrimiento, pero descubrió que habían dado las seis de la tarde y que tenía que correr a su clase de baile. No quería llegar tarde el primer día.

Mientras Dionisio soñaba y, posteriormente, descubría siglas escondidas en lomos de libros que reaccionaban ante los rayos del Sol, en Instrucciones para llorar ocurría otro evento interesante.

Julio Garré y Esteban Parra se habían conocido cuando ambos tenían siete años. Lo único que Julio recordaba de Esteban, era que le había escondido sus playmobil en algún sitio de la cuasi isla. Lo único que Esteban recordaba de Julio, es que éste, ante su enojo, lo había tirado al lago. Casi se ahogó en aquella ocasión, de no ser porque Julio mismo lo rescató y después, como parecía ser costumbre entre las madres de ellos, los habían obligado a ducharse juntos.

En su primera sesión de trabajo, ambos recordaron estos eventos.

- OK, ok…te perdono…afortunadamente no se me quedó el miedo al agua.

- Bueno y yo a ti…porque he de reconocer que gracias a que me escondiste mis juguetes, tuve que entretenerme con otra cosa…y ahí fue cuando comencé a leer todos los libros de mis padres.

- ¿Ya ves? Te terminé haciendo un bien.

- Tú siempre terminas haciendo el bien, Parrita.

Por alguna extraña circunstancia, ambos habían decidido que el mejor lugar para revisar poemas era la cama de Instrucciones para llorar. Julio había llevado una colección bastante grande de libros de poesía, tanto, que Esteban no estaba seguro de que avanzaran mucho ese día.

Llevaban ya una hora revisando poemas y recordando su infancia, hasta que Julio le dijo:

- Creo que encontré el indicado, Parrita.

- A ver, léelo.

Julio se acercó más a él y comenzó a leer en voz alta:

“Con qué tersa dulzura


me levanta del lecho en que soñaba


profundas plantaciones perfumadas,”

- ¿Sigo?- preguntó Julio, que tenía la mirada de Esteban encima.- ¡Parra! Que si sigo o no.

- Sí, por favor.

“me pasea los dedos por la piel y me dibuja


en le espacio, en vilo, hasta que el beso


se posa curvo y recurrente”

Sin darse cuenta, Esteban ya tenía la mano de Julio recorriendo su pecho bajo su camisa.

“para que a fuego lento empiece


la danza cadenciosa de la hoguera


tejiédose en ráfagas, en hélices,


ir y venir de un huracán de humo-“

Para este momento, Julio ya se había quitado la playera y procedía a hacer lo mismo con Esteban.

- ¿Sigo?- preguntó el argentino.

- ¿Con qué?- preguntó el veracruzano.

“(¿Por qué, después,


lo que queda de mí


es sólo un anegarse entre las cenizas


sin un adiós, sin nada más que el gesto


de liberar las manos ?”

Esteban arrancó el poema de las manos de Julio y comenzó a besarlo. Julio terminó de quitarle la camisa mientras decía:

- ¿Te parece que revivamos viejos tiempos en la ducha?

La segunda parte de la segunda jornada del día vio a casi todos los Detectives Silvestres más cansados o desesperados. Sonia no podía concentrarse en su investigación Televisiva de tan sólo pensar que no había podido comprender conceptos que parecían demasiado simples. Lina estaba totalmente desanimada para bailar cualquier cosa, en dos horas y media no había dado una sola nota. Remigio y Emiliano estaban simplemente cansados de intentar enseñarle a Lina; Esteban llegó tarde a la reunión con su hermano y Julio a la que tenía programada con Remigio. Dionisio, parecía ser el único animado.

- ¡Lina! Tengo mucho que contarte, no vas a creer lo que pasó…Tuve un sueño en el que vi…

- Di…ya he tenido demasiado Cortázar como para andar interpretando sueños, ahora no…

- ¡Pero Lina!

- No, en serio Dionisio. Pongamos el pinche vídeo e intentemos ver si mínimo hago esto bien.

- ¡Pero…!

- ¡Nada Dionisio! Quiero bailar ¿No lo entiendes?- dijo Lina, rompiendo en llanto.

- ¡Calma! ¡Calma! ¿Estás bien?

- ¡Obvio que no estoy bien! ¿Cómo voy a estarlo? ¡En un puto mes tengo que ser una maldita Verdadera Estrella Eterna y lo único que tengo de eso es la incongruencia léxica!

- Calma, Lina, calma…vas a ver que si vas a poder, sólo tienes que ser…

- Nada, nada…ya, quiero bailar…

- Ok, yo sólo digo que tienes que ser…- Dionisio insistía, pero Lina ya había puesto el DVD en el reproductor.

Antes de que alguien pudiera decir otra cosa, en la pantalla de la televisión se apareción una septuagenaria Jane Fonda.

- Buenas tardes, Lina y Diounisiou…

- ¡Oh, Dios…! ¡No puede ser…

- A estas alturas, Di, estoy casi segura que Elisa Vaquerizo podría hacer que la Madre Teresa de Calcuta nos diera clases de negocios.

Remigio subió a Instrucciones para llorar, completamente agotado. Ahí, se encontró con Julio, recién bañado.

- Hey…- saludó Remigio, a punto de desvanecerse.

- Hey guapo, ¿Cómo andás, eh?- preguntó Julio.

- Molido…la pobre Lina no da ni una nota, vamos, creo que hasta la puerta la toca desafinada.

- Tranquilo, tranquilo…vení, sentate junto a mí.

- No, creo que aquí estoy mejor, gracias…tenemos que idear un performance ¿Recuerdas?

- ¿Y podés hacerlo ahora? ¿Así como estás?

- No sé…pero podemos intentarlo.

- La creatividad hay que dejarla fluir, pibe, eso tú mejor que nadie lo has de saber.

- Y también sé que esto es un oficio, Julio, y que hay que trabajarlo.

- Lo sé, lo sé…pero mirá, venite un rato aquí, descansamos un poco que yo también ando muerto, y nos levantamos para hacer lluvia de ideas, ¿Te parece?

Renegando, Remigio se levantó del escritorio y se recostó de su lado de la cama.

- Con un poco de suerte, y te quedás dormido.

- Ja…eso no creo que vaya a pasar.- respondió sonriendo, Remigio.- Porque me cuesta mucho dormir y más acompañado.

- Pero con Esteban dormís, ¿No?

- Bueno, pero eso es porque…mira, simplemente no puedo dormir a deshoras y acompañado.

- Andá, contame, que no hay problema…

Remigio entonces comenzó a contar todo lo que traía dentro, todo lo que creía que iba a ocurrir, todo lo que no, lo que le desesperaba de cada quien, las cosas sin las que podría vivir de cada uno y el enorme miedo que le reptaba por la espalda cada vez que pensaba que, si daban un paso en falso, no saldrían de ahí.

El miedo, el miedo reptaba, reptaba y se había convertido en una serpiente. Una serpiente puesta en una mesa. Una mesa, olor a incienso. La cara de Julio se había convertido en la de un hombre moreno y de cabello blanco. Copal Master, sí, aquel era Copal Master. De nuevo el miedo, se retorcía sobre la mesa. Remigio sintió un vacío en el estómago al ver a la serpiente de colores como el fuego que Copal Master tenía al lado suyo. Comenzaba a sudar frío.

- Hermosa, ¿No?- preguntó Copal Master.

- Sí…- contestó Remigio, por cortesía. Lo que el músico en realidad quería haber dicho, era que le provocaba un profundo e inexplicable asco.

- ¿Y por qué no lo dices?- preguntó Copal Master.

- ¿Disculpe?

- Lo que en verdad piensas…

- ¿A qué se refiere?- preguntó Remigio.

- Muchacho, no me engañes, es claro que no te gustan…

- ¿Eh?

Copal Master la cogió por la parte trasera de la cabeza y la acercó a Remigio, quien casi podía sentir al animal recorriéndolo, retorciéndose.

- Por favor…- dijo Remigio, sintiendo como si mil serpientes subieran por sus piernas.

- ¿Qué?- preguntó Copal Master, acercando más el reptil.

- No lo haga…

- ¿Qué? ¿Esto?- Copal Master hizo hacia delante y luego atrás la cabeza de la serpiente, ésta lanzó un siseo de amenaza. Remigio pudo verla directo a los ojos en la fracción de segundo que la tuvo cara a cara. Se le heló la sangre.

- ¡No! ¡Eso!- dijo Remigio, levantándose de la silla y poniéndola frente a él. Copal Master puso a la serpiente en ella y ésta comenzó a trepar por el respaldo, a punto de subir por una mano de Remigio.

- ¿Cuál es el problema chico? ¿Acaso le tienes miedo? ¿Por qué es tan difícil admitirlo? ¿O acaso te da miedo que veamos más allá de lo que tú nos permites?

- ¿Qué dice?- dijo Remigio, alejándose de la silla, donde el reptil ya se paraba para enredarse en su brazo.

- ¿Cuál es el problema en demostrar lo que hay dentro de ti? ¿Te da miedo? ¿Qué es lo que te da miedo? ¿Qué se te meta la serpiente? ¿Qué te recorra las venas y las entrañas y descubra lo que realmente hay dentro de ti?- dijo Copal Master; con una sonrisa en los labios, hizo que su mesa golpeara la silla, tirándola. La serpiente entonces comenzó a arrastrarse hasta Remigio, quien no pudo avanzar más y se pegó contra la pared.

- Está bien…está bien…lo haré….

- Hazlo…- dijo el brujo, cuando el reptil estaba a punto de encontrarse con Remigio.

- Sí…eh…lo haré…sólo necesito…eh…eh…

- ¡Hazlo!- gritó Copal Master, cuando entonces, la serpiente se paró amenazante frente a Remigio, lanzando un siseo de amenaza que hizo que toda la sangre al interior del músico se congelara.

- ¡Llévesela! ¡Llévesela! ¡Me dan asco! ¡Me dan asco esos estúpidos animales y no sé por qué! ¡Sólo llévesela!- gritó Remigio, rompiendo en llanto.

Copal Master estalló en risa, se levantó tranquilo y tomó a la serpiente por detrás de la cabeza.

- Bien hecho chico…- dijo, metiendo al reptil en una vitrina- el primer paso para poder ayudar a los demás, es saber pedir ayuda. Siéntate.

Temblando, Remigio volvió a su silla, evitando ver lo que había al interior de la vitrina.

- Mira muchacho…no tenemos mucho tiempo, así que seré breve…se vienen tiempos difíciles, cosas difíciles…y necesitarás ser muy fuerte para enfrentarlas. Particularmente tú. Así que te voy a ayudar. Para que veas que soy justo, te diré lo que le dije a tus otros amiguitos, porque necesito que alguien los ayude a cumplir. Uno de ustedes va a dudar; otro va a parecer que los ha traicionado, pero en realidad no será así; otro va a tener que perder el miedo y demostrarlo; otro de ustedes tendrá que ser valiente, muy, muy valiente; otro de ustedes tendrá que hacer una elección fundamental; tú, Remigio, llegará el momento en el que tengas que aprender a abrirte y entregarte, a ser vulnerable. Primero contigo y luego con los tuyos. Porque aquel que no es capaz de verse a sí mismo como es, está condenado a caminar ciego. Así que, Remigio, tienes que aprender a llorar.

- ¿A llorar?- preguntó el músico extrañado.

- Sí, a llorar, a abrirte y entregarte. Pero tranquilo, ese momento llegará a ti cuando tenga que ser. Ahora, bebe esto y no le digas a nadie absolutamente nada de lo que te dije.

Remigio bebió del vaso se levantó y agradeció a Copal Master. Cogió su chamarra y se dirigió a la puerta.

- Por cierto, muchacho, antes de que te vayas…

- ¿Sí?- Remigio se detuvo en el marco de la puerta y volteó a ver al brujo.

- Aún hay más. Que nunca se te olvide, muchacho, aún hay más.

Remigio asintió y echó un último vistazo a la vitrina. Como si lo hubiese escuchado, la serpiente se pegó al cristal y lanzó un último siseo mortal que Remigio escuchó como un alarido. El grito del animal comenzó a rebotar por todos lados, con un eco que lo convirtió en un ruido insoportable. Empapado en sudor, Remigio se despertó gritando. Era mediodía.

Antes que cualquier otra cosa ocurriese, el músico cogió un papel y pluma. Anotó:

- Duda.

- Traición.

- Valor.

- Miedo.

- Elección.

- Vulnerable.

Al terminar de escribir estas palabras, vio que en el escritorio había una nota para él.

Guapo, anoche Julio nos dijo que caíste rendido por la tarde. Todos decidimos que te íbamos a dejar dormir, sabemos que te hace falta. Hoy en la mañana me levanté y seguías dormido, te veías guapísimo. Espero que puedas descansar. Un beso, E.

Remigio se apresuró a darse un baño y se adelantó a Progreso y Retroceso.

- Buenos días, cuñado.- saludó con una sonrisa Emiliano, que veía un vídeo de la OTI.

Del estudio salió Esteban, quien apenas vio a Remigio lanzó una sonrisa.

- Buenos días, guapo.- dijo Esteban, dándole un beso a Remigio.

- Buenos días…chicos.

- ¿Dormiste bien?

- Vaya que sí…¿Qué hora es?

- Poco más de mediodía- respondió Emiliano.

- Es tarde…

- Sí…pero tampoco tanto…- contestó Esteban.

- Emiliano, levántate de ahí, Esteban, ven conmigo, creo que es hora de que empecemos a hacer música.

Los hermanos Parra se vieron entre ellos y sonrieron. Siguieron a Remigio al estudio.

- Creo que tengo algo que nos podrá servir bastante.

***

- ¡No! ¡no! ¡No!- gritó Remigio aventando el montón de hojas que tenía en la mano.- Lina, estás cantando con la garganta…te la vas a destrozar…

Una Lina ojerosa y con amplias raíces castañas miraba severa a Remigio.

- ¡Y no me eches la mirada de tu papá, Lina!- continuó Remigio.

- ¡Ok! ¡Ok! Sólo quiero hacerte ver que a veces se te olvidan pequeños detalles, como que ésta es la primera vez que hago algo así y que, de todos, la que peor horario tiene soy yo y…- Lina se detuvo al ver la mirada que su amigo le había devuelto. A diferencia de la mirada severa que ella había lanzado, Remigio le había contestado con ojos compasivos.

- Te entiendo amiga…¿Quieres que nos tomemos un descanso?

Lina tomó un respiro profundo y cogió las hojas pautadas que llevaban por título No te olvides del son. Y entonces, comenzó a cantar:

- Si te sientes solo / si crees que no tienes a dónde ir / Si crees que no tienes a dónde ir y te sientes solo / Si no encuentras salida / si ya no crees más en mí / Si no crees más en mí y ya no encuentras salida

- Cuatro notas de doce…es un avance…- dijo Remigio sonriendo y desplomándose sobre una silla del pequeño estudio.

Tras ver repasar una y otra vez los vídeos de la OTI, tanto los músicos como los humanistas habían concluido que el mejor ejemplo a seguir era la presentación de Eugenia León en 1985 cantando El fandango aquí.

Los Detectives Silvestres llevaban poco más de un mes trabajando en Los amigos. Abril había llegado y ninguno de ellos había reparado en ello. El ritmo de trabajo era extenuante y apenas se veían los seis en conjunto para discutir lo que habían descubierto durante la cena.

A lo largo de este tiempo, todos habían recibido –en distintos lugares- hasta la última nota con fragmentos de los cuentos de Cortázar que nombraban a sus respectivas habitaciones. Dionisio, por ejemplo, descubrió la última frase del cuento –aquella que había repetido tantas veces- en el espejo de su baño tras tomar una ducha caliente: alguien había entrado en algún momento y la había escrito sobre el espejo empañado. En una de sus caminatas de trabajo con Julio –porque habían decidido llevar su espacio de trabajo por toda la isla- Esteban encontró en una parte de la selva su frase escrita con piedras. Uno de los días que Lina llegó rendida a su habitación, decidió leer otro libro de la serie de Agatha Christie antes de dormir; al encender la lámpara que estaba junto a su cama, ésta proyectó en el techo la última frase de Instrucciones para matar hormigas en Roma. Con una delicadeza y precisión de cirujano, alguien había escrito: No importa, que eran, evidentemente –al menos para la filósofa- las dos últimas palabras de Instrucciones para dar cuerda a un reloj, en la espuma de su triple latte deslactosado de las mañanas. Emiliano y Remigio descubrieron sus respectivas frases en el estudio de música: alguien había dejado una serie de notas con la firme instrucción de ser tocadas; tras ejecutar la pequeña pieza, una caja diminuta que alguien había colocado junto al piano se abrió automáticamente, revelando dos sobres con los nombres de cada uno.

Durante la hora de la cena éste había sido el tema principal en una de las recientes noches. Pero nadie sabía exactamente qué era. Éste había sido uno de los pocos temas que había logrado sacar del ensimismamiento a los Detectives Silvestres, que se apresuraban en las tres comidas del día para seguir con sus respectivas investigaciones. Al parecer nadie lo había confesado pero, a pesar del cansancio, todos estaban fascinados con lo que les había tocado.

Los Detectives Silvestres no se habían dado cuenta, pero en realidad, el trabajo que habían hecho a lo largo de este mes era un gran avance: Dada su costumbre de explicar el mundo a los demás para explicárselo a sí misma, Sonia había desarrollado un ensayo –bastante extenso- acerca de la historia de Televisa; durante este tiempo, y con las lecciones de Marcelo, también había llegado a la conclusión de que manejar una banda o artista era, en realidad, bastante similar a ser profesor universitario o, para ser más específicos, de preparatoria; por lo mismo, había abierto una página de Internet con la información de Alba Feu que, por el momento, decía sólo: “Próximamente”; Remigio le había ayudado con el diseño. Dionisio tenía casi listo el primer capítulo de su tesis; los comentarios de su profesor habían sido bastante halagadores, la había calificado de: “Original, novedosa y distinta a todo lo que había recibido”; las lecciones de baile personalizadas con Jane Fonda parecían rendir sus frutos, y Dionisio se sentía mucho más libre que de costumbre. Emiliano, Esteban y Remigio habían conseguido componer en su forma más básica la canción con la que Lina participaría en las audiciones de Rumbo al OTI 2010. Basándose en lo que habían visto cantar a Eugenia León, habían desarrollado un tema inspirado en el son jarocho. La letra, hablaba de alguien que había perdido la esperanza en todo y que debía de volver a creer a través de las cosas pequeñas, como el son jarocho, que, en la línea de la canción, devolvería la alegría a la vida de la persona referida. No te olvides del son era el título de la composición que Lina habría de interpretar. En la última semana, era particularmente difícil tratar con Lina, que estaba sensible a todo. Ya fuera que llorase, se molestase o le diera un ataque de risa, la bibliotecaria estaba simplemente agotada.

- Vamos Lina…una última vez…¿Te parece?- dijo Remigio, con el dedo en el botón de play a punto de reproducir la pista que habían grabado.

- ¡Ya! ¡Por favor! Además ¿Por qué tengo que cantarla hoy frente a todos?

- ¡Porque llevamos poco más de un maldito mes trabajando y necesitamos un maldita fiesta! ¡Por eso y porque necesitamos darle algo de seguridad a los otros, demostrarles que hemos avanzado! La música no se da y ya, es también un oficio y hay que ensayar diario, constante, sin parar.

- ¿Y por qué hoy?- preguntó Lina, con el tono que, tras incansables ensayos diarios, Remigio había llamado “de niña de ocho años haciendo berrinche”.

- ¿Lo olvidaste? Hoy es el día del niño…necesitábamos un pretexto para celebrar ¿No?

- ¿Y voy a hacerlo bien?

Remigio se quedó congelado ante esta pregunta. Alzó la mirada, vio a su amiga con benevolencia y sonriendo contestó: “Sí”. Animada por el comentario de su amiga, Lina acertaría en el mayor número de notas hasta entonces registrado: seis de doce. Al parecer, podría ser que si estuviesen avanzando y que, tal vez, aún había más.

***

Dionisio observaba la laguna de Sontecomapan estático. Prácticamente todos en la isla habían decidido darse esa tarde libre para prepararse para la fiesta que tendrían por la noche. Sin embargo, ninguno de los Detectives Silvestres cumplía con el acuerdo. En primer lugar, una agotada Lina había caído rendida apenas tocar la cama de su habitación. Sonia y Emiliano habían decidido ir a la playa, pues ésta era la primera ocasión que contaban con tiempo sólo para ellos.

El sol ocultándose le daba a La Barra un tono rojo encendido que duraría justo el tiempo de la conversación entre Sonia y Emiliano sentados frente al mar.

- ¿Alguna vez te conté que vengo cada año a Veracruz?- comenzó Sonia.

- No…

- Sí, para navidad y año nuevo, gran parte de mi familia es de aquí.

- No, no me habías dicho nada.

- ¡Claro que sí! Debí habertelo contado, además yo nunca olvido cuando…

- Sonia…no me había dicho nada, créeme…de hecho, hay muchas cosas que me falta saber de ti.

- ¿Ah sí? ¿Cómo qué? Pregunta.

- No…no se trata de eso…- dijo Emiliano, riendo.

- ¿Entonces?

- Pues que creo que en todo este tiempo hemos estado demasiado en…esto.

- ¿”Esto”?

- Sí. Ni siquiera has hablado con tus amigos. Estoy de acuerdo con que hay que hacer todo esto para vencer a María Pantera y que, de alguna manera éste es nuestro trabajo actual…pero…¿Vale la pena?

- Sí que lo vale…-respondió Sonia, viendo a Emiliano directamente a los ojos.

- Sonia…estamos dedicando todo nuestro tiempo a esto, nuestra vida entera…¿En verdad crees que vale la pena?

Sonia dudó unos momentos. Vio los ojos de Emiliano y recordó la primera vez que los había visto en el café de Tlacotalpan.

- Emiliano, apenas tenemos un mes de conocernos y un mes en esto: evidentemente no vamos a dedicar nuestra vida entera a esto. Es sólo un mes.

- Sí, pero tampoco has respondido a mi pregunta ¿Vale la pena? ¿En verdad tiene algún sentido que esté aprendiendo esa cantidad de datos inútiles acerca de una televisora? ¿Qué tu mejor amiga se esté desviviendo por algo que ni siquiera es su profesión? ¿Qué tu primo esté trabajando una investigación que, posiblemente, no le interese? ¿Te has puesto a pensar eso? Es más, a veces no sé si siquiera Remigio esté convencido de lo que está haciendo. Y el pobre de Esteban…¿Crees que nos gusta estar perdiendo el tiempo así?

Sonia miró extrañada a Emiliano y se levantó.

- ¿Perder el tiempo? ¿En verdad lo sientes así?

- ¡No! ¡No quise decir eso! Sonia…

- No sé como te sientas tú…y en este aspecto no puedo hablar por mis amigos, sólo por mí…Tienes razón en algo: No tengo ni idea de lo que estamos haciendo, ni ahora, ni aquí y, para ser completamente honesta, contigo. No sé por qué estoy arriesgándome por algo que no conozco así como tampoco sé por qué me estoy arriesgando por un jaranero al que conocí hace casi dos meses…pero si algo ha caracterizado a este viaje, desde que lo comencé mucho antes de ti, es que es profundamente irreverente. Ninguna de las decisiones que desde el principio tomé tiene lógica alguna ¿Tú crees que estaría mejor en mi vida de todos los días dando clases? ¿Tú crees que habría estado mejor quedarme en Puebla y no arrancar de repente en esta ilógica historia? ¿Tú crees que no valió la pena arriesgarme por algo que no tengo ni puta idea qué es y conocerte? Lo siento Emiliano Parra, ha valido la pena en cada minuto que he pasado aquí y si no eres capaz de darte cuenta de eso, entonces creo que es mejor que regrese…

- Pero…

- ¡Y no me sigas! Que ya bastante parece esta conversación el extracto de alguna mala novela romántica…

Sonia caminó hasta el extremo de la playa donde Lord Richard Bingham El güero la esperaba. Le pidió que la llevase de inmediato a la isla, donde apenas desembarcar, correría a su cuarto a intentar tomar una siesta, justo cuando el sol se había metido.

Mientras Dionisio observaba la laguna y Sonia y Emiliano sostenían su conversación, dos jóvenes habían decidido seguir su trabajo en Instrucciones para llorar.

- ¡Pero si ya está montado todo, Remi! ¿Qué más necesitamos?

- Quiero que lo revisemos de principio a fin…- contestó severo, Remigio.

- Llevamos una semana en esto ¿Qué más querés?

- Que salga per-fec-to…¡Perfecto!- gritó Remigio.

- A ver, a ver, a ver…calmate pibe.

Julio tomó por los hombros a Remigio.

- ¿No creés que has trabajado demasiado, Remi? ¿Todo ese tener que hacer la canción, ver los vídeos, idear el show, las clases de canto, las de baile? Quizás estés agotado, guapo.

Había sólo una manera de llamar por completo la atención de Remigio y era empleando la palabra que Julio Garré acababa de emplear.

- Bueno sí, tal vez tengas razón…¡Pero es que no se nos puede ir nada!

- Yo sé, yo sé…pero mirá, vamos a relajarnos que esta noche hay fiesta. Ven…- diciendo lo anterior con un tono infantil, Julio tomó a Remigio de la mano y lo sacó de la cabaña. Cruzaron la montaña, caminaron a través de la selva y llegaron a una pequeña cabaña.

- ¿Y esto?

- Es mi cuarto pibe.

- Jamás me habías traído…

- Yo sé, yo sé…digamos que había que mantener la profesionalidad…pero creo que hoy podemos relajarnos un poco ¿No?

Para ser dueño de la isla, el cuarto de Julio era en verdad precario. Un colchón en el piso, una mesa que fungía como escritorio y comedor a la vez, un reproductor de discos de vinil, fotografías de Julio Cortázar, los Beatles, Borges y Madonna, eran la única decoración en un cuarto invadido por pilas y pilas de libros. Las paredes estaban cubiertas por ellos, pero había también filas en medio de la habitación, junto a la cama y hasta en el baño.

Remigio no se había dado cuenta que, mientras observaba a detalle la habitación de Julio, éste se había descalzado, tumbado sobre la cama y había comenzado a enrolar un papel.

- ¿Qué haces?- preguntó Remigio, sentándose junto a él.

- ¿Cómo que qué hago? ¿Vos no sos músico o qué? ¿Qué es esto?- Julio entonces alzó un cigarro hecho a mano.

- Ah…eso…bueno, no sé si deberíamos…ya sabes…con la fiesta y…- decía Remigio, mientras Julio encendía el porro y le daba una profunda calada -…es que sabes…no me gusta estar en algún estado alterado cuando trabajo, digo, no es que planee trabajar pero, pues, van a estar todos y sabes que no es bueno estar sólo uno pacheco y los otros…pues, eh…eh…

Julio tomó la cara de Remigio, conteniendo el aire y pegó sus labios a los de él.

- Sabes, si querías pasarme el humo de boca a boca, no era necesario que usaras la lengua.- dijo Remigio apenas terminó el argentino.

Julio rió encendió de nuevo el porro y le dio otra calada. La mezcla de nervios, cansancio, falta de buena alimentación, entre otras cosas, hizo que el pase de Julio le pegase a Remigio mucho más de lo acostumbrado. Remigio comenzó a sentirse muy ligero, como si flotase, se encontró fugazmente con la mirada de Julio instantes antes de que éste le pasar el humo de nuevo. Remigio entonces tomó fuerte la cabeza de Julio y ahora había sido él quien había empleado la lengua. Otro golpe de humo. Más ligero, sí.

- ¿No que sin lengua, boludo?- preguntó Julio sonriendo.

- ¿Eh?- dijo Remigio apenas soltar el rostro de Julio.

Julio rió y comenzó a desnudar a Remigio. La luz de la tarde se colaba por la selva y luego por los vidrios, haciendo que todo al interior de la habitación se viera verde.

- ¿Te gusta bailar?- preguntó Julio.

- ¿Eh? Sí…- respondió Remgio, quien para ese instante se encontraba ya flotando por todo el cuarto.

- Ven…- con una mano, Julio jaló a Remigio, con la otra, encendió el reproductor de discos.

Ambos se miraron y, finalmente, Julio volvió a besar a Remigio. En el fondo, un sintetizador que, dentro de toda su confusión, Remigio identificó como de principios de los ochenta, comenzó a emitir unas notas melancólicas.

- Ni una simple sonrisa / ni un poco de luz / en sus ojos profundos / ni siquiera el efecto de algún pensamiento / que alegre su mundo. / Hay tristeza en sus ojos, ahogando y callando y bailando conmigo / una pena lejana que llega a mi alma y se hace cariño.- cantó Jeanette desde la tornamesa.

- Julio…- dijo Remigio mientras el argentino lo tomaba de la cintura y pegaba su frente a la del músico.

- ¿Sí, guapo?

- Dos cosas…la primera, esto no se baila. La segunda, qué pinche joto eres…- Entonces, Remigió estalló en una carcajada, junto con Julio.

- Cómo chingados no.- dijo Julio, en el tono más mexicano que Remigio le pudiese haber escuchado.

Remigio notó cómo con la luz verde los ojos de Julio se encendían.

- El muchacho de los ojos tristes / vive solo y necesita amor….

Esteban notaría este fenómeno también y descubriría que era de familia: los ojos de Silvina Garré estaban encendidos también con el sol de la tarde. Ambos tomaban café en la mesa comunal del comedor.

- A ver si lo tengo claro…tanto a Remigio como a mí nos trajeron de niños acá…

- Sí…

- ¿Al mismo tiempo?

- Sí…Poco después de que Elisa visitara a tu mamá, se vino con Índira Parra a la isla, venían tu hermano y tú. Su hermana estaba en la escuela de música.

- Creo que me acuerdo, pero la verdad no muy bien…

- Sí, y de hecho, desde entonces ustedes tres se llevaban bastante bien. De hecho les decíamos los Tres caballeros ¿Te acordás?

Una serie de imágenes de la infancia comenzaron a pasar por la cabeza de Esteban como un eco que todavía no reconocemos lo que dice.

- Creo que sí, Silvina, creo que sí…

Mientras Esteban olía su taza de café, Remigio olía el cuello de Julio, quien le besaba el cuello, mientras el sintetizador volvía a aparecer en la canción. Ambos ya estaban desnudos sobre la cama de Julio.

- Ni su nombre conozco y ya quiero volver a encontrármelo a solas / y en sus ojos de otoño dormir poco a poco, olvidando las horas

- ¿Lo has visto? Tenés ojos de otoño guapo…

Remigio vio fijo a Julio y lo besó intensamente. Era como si Julio lo hubiese descifrado entero a través de la canción. Ninguno de los dos se percató del momento en el que uno ya estaba dentro del otro, pero Remigio sintió a Julio completamente, como si se conocieran de toda la vida.

- ¿Y quién se llevaba más con quien? – le preguntó Esteban a Silvina.

- Ah…en eso era diferente…se llevaban igual, pero cada uno tenía una conexión distinta. Tú siempre fuiste el más tímido de los tres, Remigio y Julio eran más extrovertidos y solitarios, no sé, tal vez porque ambos son hijos únicos.

- Claro…- concluyó Esteban, pensativo.

Julio y Remigio jadeaban. Esteban veía el vapor de su taza de café. Julio vio los ojos de Remigio y comprendió que, en efecto, estaban llenos de tristeza. Remigio vio a Julio y pensó que, tal vez, podía haberse equivocado. Esteban pensó lo mismo.

- Pero mi niño…escucha…¡Hey!- dijo Silvina, llamando la atención de Esteban.- Eso es lo que menos importa, lo que importa es que ya se reencontraron los tres y que tú estás con Remigio.

- ¿Crees?

- Por supuesto…mira, conozco a mi pibe y lo adoro, pero también lo conozco bien y no sé por qué, creo que no es lo que estás buscando.

Julio y Remigio se fundieron en una última risa. Ambos se quedaron dormidos hasta que anocheció.

Una vez llegada la noche, Esteban subió a Instrucciones para llorar a darse una ducha y prepararse para la fiesta. Un evento que, nadie sabría en aquel momento, resultaría explosivo.

***

Toda causa tiene un fin último, o al menos, eso decía Aristóteles respecto a la causa final de todas las cosas. Su finalidad principal, su meta, la razón por la cual han sido hechas todas las cosas. Por ejemplo, la causa final de la gasolina podría ser la de ser un buen combustible para el hombre; la causa final de un cerillo, es proveer durante su corta existencia en llamas algo de fuego; la causa final de una gafas Channel es brindar a quien los porte protección del sol en una perspectiva terriblemente fashionista; y la causa final de unas gafas Channel faux, es simplemente pretender.

Pero ¿Cuál es la causa final de todas las anteriores combinadas? Según María Panteria, acabar de una vez con los Detectives Silvestres. Según Soraya Montenegro, y en palabras literales, es “acabaaaaar con esos malditos pelagatoooos, ja…ja…ja…”. Y en efecto, era “ja…ja…ja…” porque la villana había decidido modificar su risa escénica.

Pero nadie entendería lo anterior, hasta bastante tiempo después de que ocurriese. Cada Detective Silvestre traía en mente ideas igual de específicas, pero bastante distintas. Sonia, por ejemplo, había sido la primera en bajar a Rayuela, el bar del hotel. El pensamiento que ella traía en mente era: “¿Y sí Emiliano tenía razón? ¿En verdad vale la pena esta búsqueda ilógica gramatical, existencial y formalmente?”; el siguiente en bajar fue Esteban, quien se había bañado solo y se preguntaba: “¿Habré elegido mal?”; luego vino Dionisio, quien tras pensar “¿Dónde guardarán la mermelada de fresa en este hotel?” llegó a una idea que nos atañe más: “¿A qué hora se queda libre la recepción?”; Julio bajó desenfadado, pensando: “Dios, sigo muy puesto, a pesar de haberme venido…”, tres veces tocó Emiliano la puerta de Lina sin obtener respuesta alguna, necesitaba hablar con ella, pues además de traer en mente un “Creo que la cagué con Sonia” necesitaba saber si, la más ajetreada de los Detectives Silvestres, se sentía con el mismo vacío en el estómago que él. Pero no hubo respuesta alguna. Remigio bajó con la mochila en la que cargaba todo, tanto su ordenador portátil como, libros y libretas, una mala costumbre que seguramente le traería severos problemas de espalda cuando fuese mayor; pero éste no era momento para pensar en la senectud, sino más bien, era hora de pensar algo como: “Y ahora ¿Qué chingados vamos a hacer? Lina no da una nota, acabo de acostarme con el hijo de los dueños de la isla/no-isla que resulta ser amigo de la infancia mío y del chico con el que, supuestamente, estoy teniendo algo que ver aunque en realidad no sé que sea eso, sin embargo, acabo de descubrir que sí tengo emociones por él, aunque también por el argentino rubio y relleno. Fuck, fuck, fuck…fuck”.

Cada uno fingía hacer algo que requiriese de su supuesta extrema atención para no tener que hablar con el otro. Mientras Emiliano y Remigio montaban el escenario para la PPS de Alba Feu, -es decir, la Primera Presentación en Sociedad-, Sonia y Esteban traían al comedor lo que hacía falta. Dionisio, Julio y la señorita Cora habían ido al pequeño puerto a recibir a Don Elías, que había prometido asistir a la PPS de Lina.

Julio examinaba a Dionisio, de pies a cabeza.

- ¿Alguna vez has pensado en probar nuevos horizontes, pibe?- preguntó Julio.

- Ni lo pienses, Garré.- respondió Dionisio.

Lord Richard Bingham El Güero lanzó una mirada retadora a Dionisio, apenas se acercó con Laura Eleanor al puerto. Éste respondió con el mismo gesto.

- ¡Don Elías! ¡Aquí! ¡Aquí!- gritaba la señorita Cora desde el puerto.

- Si me permiten…tengo que ir a arreglar…algo. Con permiso- dijo Dionisio en un tono seco a Julio.

- Pero pibe…era sólo un juego…bueno, no precisamente pero no es para ofenderse…un no es un no, y ya…- comenzó a decir Julio, pero Dionisio no contestó, simplemente, se fue corriendo. Remigio ya le había advertido algo así a Julio, pero éste no creyó que fuese a ser tan cierto.

Dionisio entonces reparó en que nadie lo viera, se metió al bosque y corriendo como todos sus 22 años le permitiesen, rodeó por la selva la isla/no-isla. Por extraño o no que pareciera, éste no era precisamente un método absurdo. Cuando por fin llegó a donde buscaba, Dionisio se asomó por entre los árboles: ahí estaban, en el comedor Sonia y Esteban; en el pequeño escenario montado, Emiliano y Remigio; Silvina y Marcelo habían acudido junto con su hijo y la señorita Cora a recibir a Don Elías. Era el momento. Dionisio corrió silencioso hasta la recepción y se escondió bajo el mostrador. Desesperado, hojeaba el libro de registro por fecha, en el que descubrió, la señorita Cora llevaba a escondidas una novela bajo el seudónimo de Daniela Acero.

- ¿Dónde está? ¿Dónde diablos está - Entre las hojas y los días, Dionisio veía nombres, pero no el que estaba buscando.

Poco a poco escuchaba las voces de Silvina, Marcelo, Julio, Cora y Don Elías acercarse. Se aproximaban como una ola que pretendía inundar la palapa de la recepción. Más y más cerca y ni un solo nombre. Cuando parecía que se vería empapado por la vergüenza de ser encontrado en el suelo de la recepción, encontró lo que buscaba. Escrito con caligrafía cursiva se leía: “Blanco, Orlando. Instrucciones para entender tres pinturas famosas. Entró: 21 de noviembre de 2008. Salió: 1º de marco de 2009”. Dionisio arrancó la hoja y se disponía a salir cuando otro registro llamó su atención: “Archivo 1985”, ubicado, en la parte alta de un librero. Las voces de los dueños de la isla/no-isla se aproximaban casi al grado de poder escucharlas junto a él. Si cogía esa carpeta, podrían verlo dentro de la recepción y entonces vendría esa vergüenza que tanto temía. Pero si conseguía tomarla sin ser visto y escapar con ella, entonces su investigación seguramente se completaría más. Mucho, mucho más.

Una inyección de adrenalina ayudó al Detective Silvestre a levantarse intempestivamente, coger la carpeta y salir corriendo de vuelta a la selva. Cuando llevaba más de medio camino recorrido, detuvo su paso. Quizás, lo había logrado. Sin embargo, un ruido en la selva lo hizo empezar a correr de nuevo ¿Lo habrían seguido? Aquello se escuchaba como pasos, por cualquier duda, sería mejor correr.

El escenario estaba montado y todos estaban sentados en el bar, esperando a que Lina se apareciera.

- Será mejor que vaya a buscarla.- dijo Sonia, levantándose de su asiento.

- No…mejor yo voy…- dijo Emiliano, haciéndole una seña para que se sentara.

Sonia accedió, pues vio que Remigio estaba sentado con un gesto que ella reconocía a la perfección en su amigo: para muchos, este gesto podría ser llamado solamente “concentración”, pero para Sonia, ese gesto se llamaba “Remigio está pensando algo importante y necesito saber qué es”.

- De acuerdo, ve tú, necesito preguntarle algo a Remigio…Julio ¿No estaba Dionisio contigo?

- Sí…pero le dije algo y salió corriendo sin decir más hacia la selva.

- Ya…seguro se le pasará pronto…Emiliano…- Sonia entonces se apartó con Emiliano de la mano – Sé que dije cosas muy…eh…cuando esto acabe, ¿Te parece bien que hablemos?

Emiliano sonrió como en semanas no lo había hecho, casi como la noche en que se conocieron.

- Claro que sí, So.- dijo con la característica sonrisa de los Parra.

El músico se fue por las escaleras que enmarcadas la placa con el poema de Cortázar a buscar a la bibliotecaria. Sonia caminó hacia donde estaba Remigio, cerca del escenario, cuando, sin darse cuenta, chocó con la señorita Cora.

- ¡Fijate por dónde vas nena!

- Perdone Cora…

- Sí, sí…¡Don Elías! ¡Acompáñeme a la recepción, necesito que me ayude a revisar algo!

- Sí, señorita, sí…

La señorita Cora y Don Elías se perdieron en la oscuridad de Los Amigos. Sonia subió al escenario y se sentó junto a Remigio, quien estaba recargado en una enorme estrella de diamantina azul, confeccionada por Silvina Garré para el evento.

- Quiero que me digas en este instante lo que está pasando por tu cabeza. Conozco ese gesto más que los míos. Y sé que tienes algo en mente.

Remigio vio a su amiga como si por fin, alguien hubiese destapado su válvula de escape.

- Son tantas cosas, So.

- Pues comienza.

- Ok, lo primero, hoy me acosté con Julio.

- ¡¿Qué?!

- Shhh. No queremos que todos Los amigos se enteré ¿O sí?

- Sí, tienes razón.- Concluyó Sonia, quien se sintió un poco preocupada al ver que Esteban subía por las escaleras que conducían a las cabañas.- ¿Nos habrá escuchado?

- No creo…y si lo hizo tal vez sea bueno. No sé.

- ¿Cómo que no sabes?

- Bueno sí sé…no…bueno, mira…hace unas semanas soñé por fin lo que Copal Master me había dicho.- murmuró Remigio.

- ¿En serio? ¡Yo también!- dijo emocionada Sonia.

- ¿No lo habías recordado ya?

- No completo.

- ¿Cómo?

- Sí, hace poco más de un mes con Lina y Dionisio recordé gran parte de lo que me había dicho, pero no completo…fue hasta hoy, tras discutir con Emiliano, que recordé la última palabra de lo que me dijo Copal Master.

- ¿Así de específca?

- Oh sí…

- ¿Y qué te dijo exactamente?

- Que llegaría el momento en el que tendría que perder el miedo. En un principio recordaba que me había dicho exclusivamente “perder”. Pero en realidad, había sido “perder el miedo”.- dijo Sonia, sacando una sonrisa de los labios de Remigio, quien, a su vez, extrajo de su mochila la libreta en la que había anotado las profecías que Copal Master le había dicho de cada uno de sus amigos.

- Así que perder el miedo, ¿Eh?

- Sí…¿Qué anotas?

En la libreta, Remigio había agregado:

- Duda.

- Traición.

- Valor.

- Miedo - Sonia.

- Elección.

- Vulnerable- Yo.

Una vez anotado, le dijo a Sonia:

- Ok, se suponía que no debía contar esto a nadie. Pero, siempre te cuento todo a ti. En mi encuentro con Copal Master, pasaron tres cosas interesantes: la primera, fue que me dio un susto del infierno con su pinche serpiente…

- Sí, eso lo imaginamos todos, debiste haber visto tu cara al salir.

- Pero no es todo. También me dijo que llegaría el momento en el que tendría que aprender a vulnerarme.

- Así que esa fue tu profecía ¿Eh?

- Y no sólo eso. También me reveló las…

En ese momento, una explosión hizo cimbrar la isla/no-isla. El estruendo detuvo la conversación entre los amigos e hizo que ambos se levantaran de donde estaban. El fuego, parecía venir de Instrucciones para llorar.

- ¡Esteban!- gritó Remigio.

Ninguno dijo nada. Corrieron monte arriba hacia la cabaña en llamas. Cuando llegaron ahí, la cabaña ardía entera.

- ¡Remigio! ¡No entres!

- ¿Y Esteban?- gritó Remigio.

Justo cuando Sonia iba a decir algo, una segunda explosión los tiró al piso. Instrucciones para entender tres pinturas famosas estaba en llamas.

- ¡Dionisio!- gritó Sonia.

- ¡Rápido, vamos!- gritó Esteban desde las escaleras- ¡Lo vi correr hace rato hacia la selva! ¡No está dentro!

Los tres corrieron escaleras abajo.

- ¿Dónde están todos?- preguntó Sonia.

- ¡No sé! Yo seguí a Dionisio, lo vi correr hacia el bosque.

- Tu hermano y Lina ¿Los has visto?- preguntó Sonia, cuando una tercera explosión tumbó a los tres Detectives Silvestres. Era Instrucciones para darle cuerda al reloj.

- ¡Tenemos que bajar!- gritó Remigio – ¡No hay mucho que podamos hacer ahora!

Jalando a Esteban y Sonia, Remigio bajó con cautela por las escalera de Los Amigos. Se detuvieron frente a Instrucciones para matar hormigas en Roma. Donde la puerta estaba cerrada con llave.

- ¡Lina! ¡Lina!- Sonia golpeaba la ventana. Al interior de la habitación, reconoció dos siluetas que se levantaban de la cama.- ¡Lina! ¡Lina! ¡Emiliano!

Justo cuando una de las dos figuras se acercaba a la puerta para abrirla, una de las vigas del techo en llamas cayó frente a la puerta, desde el interior. El fuego se extendió al exterior de la cabaña. Esteban intentó, con la ayuda de Remigio, tirar la puerta, pero la viga la había trabado.

- ¡La ventana!- gritó Esteban, pero antes de que alguien pudiera decir algo más, una piedra ya había roto el cristal, por donde una densa cortina de humo comenzó a salir.

Emiliano y Lina bajaban por las escaleras de la montaña para ayudar a sus amigos.

- ¿Dónde estaban?- preguntó Sonia.

- ¡Larga historia! ¡Hay que sacarlos!- gritó Lina.

El humo no les permitía reconocer quiénes estaban dentro. Desde el lago, un grito llamaba a los Detectives Silvestres, era Lord Richard Bingham El Güero, quien los llamaba desde Sandra Eleanor. A su izquierda, Dionisio gritaba a sus amigos.

- ¡Vámonos!- gritó Julio Garré, que se había aparecido en las escaleras.

- ¡Hay dos personas dentro!- exclamó Emiliano.

- ¡No!- gritó Julio, quien se apresuró a meterse a la cabaña.- ¡No!

Un vacío llenó el estómago de los Detectives Silvestres. Después de todo lo que habían hecho por ellos, no podían imaginar que algo malo les hubiese pasado a los Garré.

Al interior de la cabaña escucharon los gritos de Julio. Dionisio de repente se apareció al final de las escaleras.

- ¡No queda tiempo! ¡Va a volar todo el lugar! ¡La selva está rodeada! ¡Vámonos ya!

- ¡No sin Julio!- gritaron Remigio y Esteban al unísono, quienes se metieron a la cabaña a buscar al argentino.

Con los ojos llenos de lágrimas, Sonia sólo pudo murmurar:

- No, Silvina y Marcelo, no…

Con Julio hecho un mar de lágrimas, Remigio y Esteban salieron de la cabaña por la ventana. Los Detectives Silvestres corrieron hacia Sandra Elanor. Donde Silvina y Marcelo Garré esperaban al lado de Lord Richard Bingham El Güero. Silvina estaba muda. Sus ojos verdes brillaban tanto por las llamas como por el fuego que ardía en la montaña

- ¡Vámonos!- Gritó Emiliano, apenas subir a la lancha.

- ¡Esperen! – exclamó dando un salto fuera del bote, Remigio.

- ¡¿Qué haces?!- gritó Esteban, que corrió tras de él.

Remigio llegó al escenario y cogió su mochila así como el bolso de Sonia, que estaba junto a ella.

- ¡Guapo! ¡Ayúdame con tu jarana y la de tu hermano! No voy a permitir que el trabajo de este mes se pierda tan fácil.

Cuando corrían de vuelta al bote, la cocina de Los Amigos explotó también.

- ¡Corran!- gritó Sonia.

Apenas tuvieron un pie arriba de Sandre Eleanor, arrancaron.

- ¿No vamos a intentar nada?- preguntó Sonia- ¿Vamos a dejar que este lugar se pierda así nada más?

- Nena- dijo Silvina, con un halo de voz- Si algo tienes que aprender es que a veces debes dejar ir.

- Fue Itatí.- dijo Dionisio- la vi en la selva, primero intenté detenerla y luego, corrí a buscar a Lord Lucan.

- ¿A quién?

- A mí.- dijo Lord Richard Bingham El güero, que parecía ser el único tranquilo en el bote.- ¿A dóunde vamos, señor Garré?

- Coatzacoalcos, Güero, Coatzacoalcos. Necesitamos de la ayuda de una buena amiga. Ahora, más que nunca.

Éstas serían las últimas palabras que los Detectives Silvestres escucharían en buen rato. Ninguno de ellos sabía que aún había más, mucho, mucho más.

***

Una de las causas de la enfermiza risa de Itatí Cantoral, era el incendio que se reflejaba en sus gafas oscuras Channel faux desde la selva de Los Tuxtlas. Otra de las causas eran las figuras que ella veía y escuchaba retorcerse al interior de una cabaña.

Una de las causas del incendio, se encontraba en la mano derecha de la que, en ese momento, era Soraya Montenegro. La otra se encontraba en la izquierda.

Una de las causas del logrado escape de los Detectives Silvestres del fuego, fue el sentido de oportunidad que a esta altura de la historia veremos les caracteriza y les caracterizará. Otra fue la vanidad de Soraya Montengro quien, al estar absorta en lo que ella creía el final de la cacería de María Pantera, no vio el momento en el que los Detectives salieron por la parte de la laguna que conectaba con el mar.

Una de las causas por la que los Detectives Silvestres no hablaron en todo el camino a Coatzacoalcos, rumbo a su encuentro con Juana Jiménez, fue la persona que habían perdido en el incendio, alguien a quien algunos de los que iban en la Wagoneer roja, consideraban un maestro. La otra era que, a pesar del escepticismo de Sonia, Remigio y Dionisio, se acababa de cumplir la primera profecía de Copal Master, el brujo de Catemaco: uno de ellos había tenido que aceptar que era vulnerable, otra había tenido que ser valiente, otro había tenido que ver más allá y otra había tenido que perder el miedo. Pero esto era apenas al principio.

- ¿Qué traes ahí?- fue lo primero que alguien preguntó en el camino. Era Remigio, señalando la carpeta que Remigio tenía.

Los ojos del futuro abogado se humedecieron y, con la voz quebrada, respondió.

- Una novela póstuma.

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